Capítulo 38

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Maratón 3/3

Muerte de Luis. (Hermano de Ángeles)

Mi cuerpo está pesado, al igual que mis pupilas. Quiero seguir durmiendo, es cómo si me hubieran dado un sedante, y lo único que quiero hacer es dormir. Pero un fuerte sonido molestan mis oídos y, hace que me levante de mala manera.

¿Dónde estoy?

Estoy en el coche de Luis, afuera de la tienda cerca de casa. Cierto que me dijo antes de salir de hotel que me compraría mi barra de chocolate. Pero ¿dónde está?

Estoy sola, es de noche, no sé en que momento me dormí. Recuerdo haber salido del hotel, meterme en el auto y hablar con mi hermano de planes a futuro, estuve aconsejadolo sobre su relación con Cristel, mientras él colocaba las canciones de mi banda favorita. También recuerdo que me dijo que al llegar a casa, teníamos que hablar de algo importante, y...

Nada. Todo está en blanco. No recuerdo más. Es como si me hubieran borrado la memoria. Es muy raro que me quede dormida en los viajes, yo soy al contrario. Me gusta charlar, escuchar música, contar chistes o anécdotas, y más si es con mi hermano. Siempre trato de disfrutar los viajes al máximo, y descansar cuando llego casa. Siempre he dicho aue los viajes son para disfrutarse, no para dormir.

Intento recordar algo más, pero las personas que empiezan a llegar al mismo sitio, con cara de horror y pidiendo ayuda, hace que no me concentre.

De pronto, tengo esa presión en el pecho, un nudo en la garganta y un mal presentimiento. Los gritos de las persona aumentan, y me bajo por inercia del coche, yendo hacia las 10 personas que hay fuera de la tienda. Parecen rodear algo... ¿alguien se desmayó? ¿o una embarazada se cayó? El rostro de todos refleja un terrible horror, algunos hasta lloran. Mientras me acerco ya no son 10 personas, si no, 20.

Siento el corazón en la boca cuando estoy llegando, y aprovecho para buscar con la mirada a mi hermano adentro de la tienda, pero está vacía, no está ni el vendedor. Frunzo el ceño, es raro que el señor Pepe no esté ahí, siempre está. Todos se giran hacia a mí al verme y, a pesar de ya estar en el lugar, no logro ver nada porque se quedan paralizados.

¿Qué pasa?

Quiero llorar, y no sé por qué. La señora Smith, mi vecina, se acerca a mí con lágrimas en los ojos, abrazandome.

—Lo siento tanto, Ángeles. —dura unos segundos pegada a mí, pero al ver que no hay reacción de mi parte, se separa.

La miro confundida.

—¿Qué pasa? —pregunto, desconcertada.

Abre la boca y la vuelve a cerrar, los pelos se me ponen de punta ante la ansiedad de no saber que está pasando.

—¡Ángeles! —el señor Pepe se acerca.

Al parecer estaba entre el grupo de personas, pero apenas es que lo veo. Eso explica el por qué no está en la tienda.

—Hola, señor Pepe, ¿me puede decir...?

—Esto es una tragedia, lo siento tanto mi niña. —repite la acción que hizo mi vecina, pero esta vez me aparto.

Me da una mirada comprensiva. Las sirenas de la ambulancia se escuchan a lo lejos, y mi pobre mente se imagina lo peor. El coche vacío, Luis desaparecido, personas mirándome con lástima y compresión. Y, al parecer alguien herido en el suelo.

—No, no, no. —murmuro.

Me apresuro a ir hacia el lugar donde parece estar una persona en el suelo, la gente se aparta con suavidad, y lo primero que veo enciende mis alarmas.

Eres tú © #1 [COMPLETA] ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora