Capítulo 25

416 41 10
                                    

Me tiro por la ventana, pero siento que caigo en los brazos de alguien. Ares.

—¡¿Estás loca?!

—No, ¿por qué? —digo con una sonrisa.

—¿Cómo se te ocurre hacer eso?

—Era necesario.

Segundos después, vemos a papá llegar corriendo a donde estábamos, por lo que Luke aprovechó esos segundos y escapó.

—¡Atenea! ¡¿Desde cuándo eres suicida?!

—Desde que nací papá —esbozo una sonrisa burlona.

—¿Qué haré contigo?

—Haz lo que quieras, puedes dejarme encerrada como Rapunzel e igual seguiré haciendo lo que quiero.

—Ares, ¿crees que no te vi en casa de los vecinos?

—Es que fui a...

—Deja las excusas para otra persona, ya conocías nuestro trato y lo rompiste.

—Perdón papá.

—Un perdón ya no es suficiente, jovencitos. Ares, no saldrás los fines de semanas, ni los días de semana con tus amigos hasta que cambies tu comportamiento.

—¡Pero...!

—Pero nada —lo detiene—. Y Atenea, no te devolveré lo que ya te quité y sin libros.

—¡No! ¡Con los libros no! ¿Quieres que mire la pared todo el día?

—Vas a comenzar la escuela con tus hermanos nuevamente mañana, que eso te baste como distracción.

—¡NOOOOOO! ¡ESO ES MAQUIAVÉLICO DE TU PARTEEEE!

—En cuanto se comporten iré devolviéndoles sus cosas.

—Me voy a mi habitación.

—Yo igual —Ares me acompaña.

Una vez entramos a la casa, vuelve a hablar:

—¿Sabes lo que es un Ares Hidalgo sin fiesta?

—¿Una persona normal?

—¡No! Es una persona como tú.

—¿Genial?

—Aburrida y suicida.

—¡Oye! Yo no soy aburrida.

—¿Entonces no niegas lo de suicida?

—No, pero no soy aburrida.

—Eso dicen los raritos con los que nadie habla.

—Solo voy a aclararte una cosa Hidalgo, en la hora del almuerzo me sentaré contigo y tus amigos.

—¿Qué? ¡No!

—Sí, me niego a parecer una perdedora estando sola de nuevo.

—Mis amigos son todos unos babosos.

—¿Desde cuándo te importa lo que me pase?

—Desde qué quieres arruinar mi integridad social —dice obvio.

—Te odio —añado, para dirigirme a mi habitación.

—¡ARTEMIIIIIIIS!

—¿Qué? —pregunta llegando a donde me encuentro.

—Necesito tu ayuda.

—Habla, mocosa. No tengo todo el día.

—¿Podrías extorsionar a Ares para que se siente conmigo en el almuerzo mañana?

—¿Y qué me das a cambio?

—Te doy a Claudia —se sonroja.

—No soy un objeto Atenea —responde ella, la cual iba pasando con ropa para lavar por aquí.

—Bien, puedo ofrecerte mi silencio.

—¿A qué te refieres?

—Yo sé lo que pasó con Claudia...

—¡Está bien! ¡Cállate!

—Me alegra poder hacer tratos contigo —le dedico una sonrisa.

—En un momento vuelvo —anuncia, para después retirarse.

Unos minutos después regresa con su típica cara de persona poco feliz.

—Listo.

—¿Con qué lo amenazaste?

—Es secreto.

—Bueno, de todos modos, no me interesa. ¿Quieres que tomemos un café amargo?

—Si tú lo preparas, sí.

—Está bien, ve a la cocina en diez minutos.

*Rato más tarde*

—Necesito contarte algo.

—Suéltalo.

—Necesito ayuda monetaria.

—Cuando no, Isabel.

—Es para mi hijo —se ahoga con el café.

—¿Hijo?

—Sí, adopté un gato con Apolo.

—Ay, por dios, se me bajó la presión... ¿Cuánto necesitas?

—Doscientos dólares —vuelve a ahogarse.

—¿Qué? ¿Qué come ese gato? ¿Oro?

—Exagerado, necesito comprarle sus piedras para que vaya al baño.

—¿Y dónde está haciendo sus necesidades ahora?

—En las plantitas de la abuela.

— ¡ATENEA Y APOLO! ¡VENGAN, YA! —grita la abuela.

—Oh, creo que ya se dio cuenta —murmuro divertida.





[CORREGIDO] 

La hermana de los HidalgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora