Especial: (Poli)Amor

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¿Qué hora es? ¿Las cinco? Tendría que estar durmiendo una siesta y Lali también, pero todavía le queda una hora más de trabajo, aunque esté sentada en el sillón de su casa con las piernas estiradas sobre la mesa ratona, haciendo equilibrio con la computadora por sobre las mismas, una manta por encima de los hombros y el televisor encendido en la repetición de "Pasión de Gavilanes". Teclea con un ojo y con el otro mira la telenovela. A veces se queda más tildada en la ficción que en lo que en verdad tiene que hacer y mueve los pies impaciente cuando los protagonistas están a punto de besarse, pero resopla cuando no pasa y esboza un insulto hacia el personaje que los interrumpió. Entonces cuando regresa la vista a la computadora se olvidó lo que estaba escribiendo y tiene que releer. No te culpo. A veces me pasa. Y quizás te pase porque a mí me pasa entonces todo lo que a mí me pasa lo traslado a ustedes para que sea más ameno convivir con esa torpeza.

—¿Otra vez? —pregunta al aire, pero en realidad a mí porque mira hacia adelante como quien rompe la cuarta pared, aunque en éste caso sea la segunda pared. Supongo— ¿No tenés más nada que hacer? —sí, y estoy trabajando en muchas otras novelas, pero ¿qué querés que haga? Yo no soy la que exige, son las lectoras— ¿Y no fue suficiente con todo lo que ya pasó en el último? —tal vez sí, tal vez no, ¿quién sabe? Pero relajate, te juro que hoy no voy a intervenir tanto, más que nada por el plan que ustedes tienen para la noche. No sé si quiero meterme tan adentro de esa relación— ¿Qué plan tenemos para hoy a la noche? —y enarca una ceja. Ah, claro, no te avisé. Bueno, van a salir, pero se van a divertir así que no te preocupes— Okey. ¿Ya está? ¿Puedo seguir trabajando? —no te la agarres conmigo, che. Bastante bondadosa estoy siendo al avisarte cual es el plan del día y tampoco te hagas la empleada del mes que nadie te conoce más que yo. Y solo me voy porque tu marido está por bajar, pero me encantaría quedarme a seguir charlando. Te quiero, me haces muy feliz. Y su respuesta es una revoleada de ojos, pero no la voy a culpar si yo fui la que la hice arisca.

—Mi amor, ¿estas ocupada? —Peter baja la escalera sosteniendo la notebook con una mano mientras que la otra la usa para tipear.

—Sí —y por encima de su monitor espía qué está haciendo Juan Reyes.

—Necesito que me hagas un favor, no te va a llevar más de un minuto —le pide y se para a su lado— te voy a enviar un e-mail a tu Hotmail y necesito que me lo reenvies a mi Gmail porque no me está dejando reenviar.

—Okey —responde concentrada en la escritura de su obra de arte.

—Ahí te lo envié. ¿Lo recibiste?

—No sé —y levanta apenas la vista para chusmear la trama de la telenovela, no vaya a ser cosa que se pierda algun punto de giro importante.

—¿Y te podés fijar?

—Sí, ya va —pero no se mosquea en lo más mínimo y Peter la mira.

—Lali, ¿hablo o pasa un tren?

—Pasa un tren —dice totalmente perdida en la pelea que sucede entre Oscar y Franco— ¿Qué? —pregunta después arrugando la nariz porque hagan de cuenta que ésta conversación nunca existió porque en su mente tampoco ocurrió.

—Te pedí que me mandes un e-mail. ¿Te podés concentrar en el laburo? Es importante.

—Estoy viendo la novela, Peter —prioridades— ¿No podés esperar un segu-? Ay, escuchá —levanta un brazo y lo mueve a ritmo de la introducción sonora— ¿Quién es ese hooooombre...? —sí, también canta e interpreta— ¿... que me mira y me desnuda? —y lo señala a él.

—No te voy a desnudar si no te ponés a trabajar —exige y se sienta a su lado— envíame el e-mail ahora.

—Qué manera de cortar el clima —se queja y después desliza el dedo por el mouse táctil para cerrar ventanas y abrir la del e-mail— estoy muy ocupada, Peter. No puedo estar atenta a mi trabajo, a la novela, a las dudas que me manda Eugenia por mensaje sobre como funciona la máquina de coser que se compró...

TREINTA DÍAS - 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora