Hay un celular que no está dejando de vibrar pero no es el de ninguno de nuestros protagonistas, sino el de la autora. Hola, ¿cómo les va? No me dejaron dormir una siesta que ya se introdujeron en mi conciencia y me hicieron imaginar un montón de secuencias a ser narradas posteriormente. Bueno, tampoco los dejaron descansar a ellos y no creo que se los agradezcan mucho. A mí no me mires así, Lali. Yo no tengo la culpa de que tus lectoras tengan tantas ganas de seguir involucrándose en tu vida y en la de tu familia. Y cuidado con ese té que no quiero que te quemes en ese estado y a demás el humo me está llegando a las fosas nasales. Sí, ya lo sé, yo tampoco quería pero admitamos la conexión hermosa que tenemos y ojalá en otra vida seamos amigas nocierto. Así que vayamos a lo que nos compete así les regalamos a ésta gente lo que tanto aclamaron. ¿Estás lista? Buenísimo. Me encanta esa sonrisa de boy-scout siempre lista. Ah, y otra cosita: date vuelta que Bruna está arriba de la mesada con la cabeza en el interior de la alacena buscando los chocolates que le escondiste.
Después de aquel día de la madre que fue el último que compartimos todas, la vida continuó lo suficientemente normal. O todo lo normal que puede significar teniendo en cuenta de quiénes estamos hablando. Pero dentro de sus realidades, sí, continuaron normales. El pequeño nuevo cambió ocurrió dos meses después, cuando día previos a las fiestas navideñas y después de la celebración del fin de la salita de cuatro, Lali le pregunta a Peter si tenía ganas de ser papá otra vez. Era sábado, muy temprano por la mañana, se despertaron por culpa de los albañiles que hacían ruido en la casa vecina y no volvieron a conciliar el sueño. Él estaba mandando unos e-mails desde su notebook con café negro al lado y ella con una taza pintada por Bruna con esmaltes de uña, cargada con leche chocolatada calentita. Peter dejó de escribir y la miró. Tardó un poco en encontrar las palabras exactas para responderle: «Sí, supongo... ¿pero vos querés?». Y a ella se le escapó una sonrisa por la comisura; es que le encanta estar con alguien que prioriza su decisión. «Sí», susurró. Después levantó un hombro y tomó un sorbo de chocolatada. Peter le buscó una mano, le besó los nudillos y después quedaron con los dedos entrelazados por encima de la mesa. Él volvió a responder los e-mails y ella a leer el libro que había bajado de la biblioteca. No volvieron a hablar del tema hasta año nuevo, en que después del festejo en casa de Helena y Beto, de la sidra, del champagne caro que emborrachó a Agustín y del juego de escondidas en el que Rufina y Bruna involucraron a todos los tíos y abuelos, Lali volvió a expresarle a Peter las ganas que tenía de volver a ser madre. Entonces él le hizo un mimo en un costado de la cara y le prometió que comenzarían con la búsqueda. Y digamos que esa fue la parte que ambos más disfrutaron porque no solo aprovechaban la mayoría de las noches para cruzarse por debajo de las sábanas de la cama, sino que también usaban la ducha, a veces el auto cuando no había locación de la casa en la que Bruna no los haya interrumpido, e incluso una vez Lali llegó a la Editorial y después de que Susana le preguntó a qué se debía su visita, la respuesta fue muy concisa: «Estoy ovulando. ¿Mi mirado está en la oficina?» y después de que Susana reía, le dejaba el pase libre.
Lali se entera que está otra vez embarazada la tarde que acompañó a Eugenia a la pediatra de Rufina por culpa de una conjuntivitis que estaba molestando los ojos de la más chiquita. Mientras Marcela –la pediatra– le escribía la receta de las gotas que luego le entregaría a Eugenia, espió de reojo a Lali y le preguntó cómo estaba. Es que también es la pediatra de Bruna y se conocen desde el día uno del nacimiento de ambas. Lali no entendió por qué razón se lo consultó, pero después de la explicación que le ofreció sobre sus caderas un poco más ensanchadas y el busto un poco más grande, le cayó la ficha. No había tenido síntomas y había perdido la regularidad de la menstruación hacía rato, por eso cruzó a la farmacia para comprar un test de embarazo y hacérselo en el baño de la misma clínica. Quince minutos después, el resultado fue positivo y sonrió tanto que los ojos se le llenaron de lágrimas y se abrazó al cuerpo de Eugenia que la contuvo un rato prolongado hasta que encontró el momento justo para recriminarle que habían acordado volver a quedar embarazadas al mismo tiempo. Lali no se lo cuenta a Peter hasta cinco días después aprovechando que era su cumpleaños. Entonces, además de los dos libros de David Hume que le faltaban para completar la colección, también le regaló una remera. Pero no era una sola, porque las fue sacando de a una de la bolsa verde en la que estaban envueltas. En la primera decía «player 1» que Lali le arrancó de las manos porque era de ella, en cambio la «player II» correspondía a él y la tercera era más chiquita para el cuerpito de Bruna. Pero cuando volvió a mirar en el interior de la bolsa y descubrió que había una prenda más, levantó la cabeza para cruzarla con la de ella que estaba muy emocionada esperando a que lo desenvuelva. Metió mano y agarró un body chiquito en el que escribía «player IV», y solo bastó con una mirada, una sonrisa y un festejo de brazos levantados, puños cerrados y un beso prolongado, para dar inicio a ese nuevo embarazo deseado.
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TREINTA DÍAS - 2
Fiksi Penggemar¿En cuánto tiempo el amor se transforma en un para toda la vida?