Bonus track VI

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Lali sale del trabajo a la misma hora de siempre, pasa por una cafetería para comprarse un té con leche más dos medialunas de manteca e ingiere todo en el auto de camino al colegio. En la puerta se encuentra con Florencia, la mamá de Felipe, y la saluda con un abrazo. Intercambian un par de palabras, espera a que termine de fumar el cigarrillo y después entran juntas. En la puerta de la sala verde se reencuentra con el resto de las madres y padres, pero Lali solo hace un saludo general. Las maestras abren las puertas y empiezan a nombrar a los chicos de a cuerdo a los padres que va reconociendo, así que cuando Magalí ve a Lali, después de sonreírle, nombra a Rufina y Bruna porque ese día ella se encargaría de ambas menores. Las dos se levantan del suelo al mismo tiempo, y con sus mochilas colgadas de la espalda, caminan hasta las maestras para saludarlas con un beso pequeño y sonoro en los cachetes. Lali se acuclilla para recibirlas con un abrazo y después toma la mano de cada una para volver a salir. Durante el viaje en auto, además de la música, también se detiene a escuchar sus voces parlanchinas que relatan las actividades en el jardín con la ausencia de algunas palabras y verbos porque está bien que sus madres son las personas más conversadoras y argumentativas que conocemos pero ellas solo tienen dos años y ya demasiado es oírlas intentar hablar constantemente las horas que están despiertas. Lali tiene que pasar por la casa de Ernestina para hacer devolución de su nieta, y cuando retoma el camino a su casa, Helena ya estaba esperándola afuera con canasta de picnic en mano y una vincha de tela muy canchera atada en el pelo. No llegó ni siquiera a saludarlas con un beso que apenas Bruna se acercó a ella corriendo, le entregó un chupetín de muchos colores. Lali la miró de reojo mientras encajaba las llaves en la cerradura y Helena se limitó a sonreír mostrándole todos los dientes porque el abuelazgo trae consigo la desobediencia sobre los hijos para poder malcriar a los nietos. Ese día, Helena cumple el rol de niñera porque Lali tenía que continuar trabajando desde su casa y no podía atender al cien por ciento a Bruna. Pero mientras escribe en su computadora portátil y escucha el llanto esquizofrénico de su hija que recibió un "no" después de pedir algo, se detiene a pensar en que tiene que pasar por el supermercado porque durante la noche se terminó la última caja de leche. Entonces va hasta la cocina para meter medio cuerpo en la heladera y así corroborar que también faltan frutas, que queda un solo sachet de yogurt y que hay que pasar por el mayorista para comprar las cajas de bolsas de fideos, cereales y aguas naturales. Cierra los ojos, toma mucho aire y reprime las manos para no recriminarle a Peter vía mensaje que hubiera estado buenísimo que le avise anticipadamente lo que estaba faltando en la cocina. Pero cuando está caminando por las góndolas del mayorista, revisando precios, marcas y calidad, y después de discutir con una mujer que le chocó el chango y en vez de pedirle perdón le gritó maleducadamente que se corra, recibe un mensaje de voz de Rocío pidiéndole que pase por la editorial. «¿A qué?» le respondió con bastante malhumor. Es que solo quería estar en su casa terminando de escribir el nuevo proyecto. «Vos vení...» le escribió diez segundos después y eso la enloqueció muchísimo más. Es que no hay nada peor para alguien que solo quiere estar en su casa, que la obliguen a salir sin un motivo concreto, sino pregúntele a la autora.

−¿Qué haces acá, Eugenia? –cuando Lali llega a la editorial, a la primera que ve es a ella en el hall conversando con Susana y comiendo un sandwichito de miga. Eugenia se queda dura al verla y con un poco del pan de miga escapándosele por un costado de la boca.

−Eh... nada, Rocío me pidió que venga para hacerle un favor –miente y se nota– ¿Vos qué haces que llegaste tan temprano?

−¿Temprano? También me pidió Rocío que venga, no sabía que había un horario –y saluda a las dos con un beso– ¿Cómo andas, Su?

−Muy bien, tranquila. ¿La nena?

−En casa con la abuela, yo justo había salido a hacer unas compras.

TREINTA DÍAS - 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora