Día siete: Posibilidades

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Susana está muy concentrada hablando por teléfono y tomando nota muy prolijamente en su agenda que cambia todos los años nuevos, cuando levanta la cabeza y ve ingresar a la Editorial a su ex empleada favorita. Lali sonrió desde que empujó la puerta de vidrio y cruzó al otro lado del escritorio para abrazar a Susana de cuerpo entero. Se preguntaron cómo estaban, cómo atravesaban sus respectivos trabajos y ficharon un día para juntarse solo las dos a tomar mates y comer tortafritas. Tiene que interrumpir la conversación porque la vejiga de Lali empieza a convulsionar y tuvo que trotar hasta el baño de mujeres. Tardó alrededor de tres minutos en salir porque tenía mucha orina retenida, aparentemente, desde la mañana que desayunó dos exprimidos de pomelo, sumándole los cinco mates que le compartió Susana. Pero después de lavarse las manos con jabón y volver a acomodarse la cartera al hombro, no regresa al hall, sino que toma el camino contrario hasta el fondo de la planta baja en donde está la puerta en la que se escribe en dorado: "Director general". No pide permiso para pasar –no lo hizo cuando era empleada, menos ahora que es la novia del susodicho– y, cuando Peter aparta la vista del libro que arrancó de la biblioteca que también heredó, sonríe un montón al reencontrársela porque no la estaba esperando y no le dijo nada cuando amanecieron.

−Ey, pero qué sorpresa –él se corre un poco hacia atrás con la silla y ella cierra despacio la puerta– ¿Qué haces acá?

−Me pedí el día y tenía ganas de verte –deja la cartera en uno de los silloncitos y le sonríe hermosa– hola... −pero se lo susurra cuando se acercó hasta caer sobre sus piernas y que él pueda atajarla con los brazos.

−Buen día –inaudible, cerca de los labios para que después pueda besarla.

Es que hoy solo se vieron al despertar cuando el sol empezó a colarse por las ventanas, pero desayunaron separados porque él salió antes. Y como Lali se pidió el día para visitar a su doctora de cabecera, tomó otro colectivo para viajar hacia el lado opuesto de su casa. Porque para ella, dentro de todas las posibilidades existentes para realizar cuando no tiene ninguna actividad que cumplir, Peter es la mejor.

−Los invitados ya están todos confirmados tanto para el civil como para la iglesia... −Candela y Victorio están del otro lado del escritorio. Ella tacha y anota cosas en una libreta del tamaño de la palma de su mano– un par me avisaron que al civil van a llegar más tarde porque tienen que trabajar y mi mamá me pidió que la pases a buscar por el trabajo porque se quedó sin el auto.

−¿Por qué? –Victorio está sentado a su lado con las piernas cruzadas y habla con la boca llena porque está entretenido con una ensalada de fruta.

−Te lo acabo de explicar –y mantiene sus facciones serias porque no entiende si no la escuchó o es tarado. Lali y Peter están del otro lado compartiendo la silla de rueditas y reprimen la risa– vas a tener que levantarte temprano para ir a buscarla.

−No puedo dormir ni en el día de mi casamiento.

−Sos el único que no va a dormir el día de tu casamiento –agrega Peter– te conocemos demasiado como para saber que no vas a pegar un ojo de los nervios.

−No estoy nervioso.

−Te casas legalmente mañana, Victorio –le recuerda Lali, y Candela lo mira de reojo con una sonrisa de costado porque está esperando alguna reacción.

−Si no me lo recuerdan, no creo que me dé un ataque –y los tres esbozaron una risa de diferente magnitud– pensé que iba a tener más tiempo para procesarlo pero cuando me quise acordar ya estaba mirando smokings.

−Sí... yo todavía no puedo creer que vayas a usar smoking con las malas experiencias que tuviste siempre –confiesa Peter y Candela reprime la risa mientras continúa tachando palabras en su libreta. Es que tienen muchas anécdotas compartidas.

TREINTA DÍAS - 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora