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—Llevo aquí... tres días —murmuré en voz baja pero con firmeza.

Así era. Había durado tres días enteros. ¿Podría hacer eso? Parecía que estaba presumiendo y a la vez retándole a que hiciera lo mismo.

—Es el sexto día para mí —dijo Ace—. Yo gano.

—¡¿Qué?! —exclamé incrédulo. Estaba peor que yo.

—De todos modos, eso no es importante. Estoy construyendo una balsa, pero no va bien. ¿Me ayudarías a construir un barco para sacarnos de esta isla? —preguntó Ace alegremente.

Me comentó que había construido ya dos o tres balsas improvisadas para intentar escapar pero que nada le hubo de funcionar. También mencionó que se estaba desesperando cuando se encontró conmigo en la playa.

Trabajar juntos para construir un barco...

Era, en cierto modo, una sugerencia intrigante. Pero en última instancia significaría confiar y atar mi destino a un completo desconocido que acababa de conocer.

Por supuesto, cuanto más mano de obra, mejor. Pero las probabilidades estaban totalmente en contra de nosotros. Esta era una pequeña isla desierta. Sus recursos tenían un límite. Ya sería bastante difícil para mí sobrevivir por mi cuenta y mucha más mantener a dos hombres adultos. Agua para dos hombres. Comida para dos hombres. Un barco lo suficientemente grande para llevar a dos hombres. ¿Y teníamos que conseguir todo esto de la nada?

Era ridículo.

¿Y si sólo encontrábamos comida para una sola persona? ¿Tendría que dividir las provisiones con un total desconocido? De hecho, dividirlas sería la circunstancia ideal. ¿Y si uno de nosotros intentaba acapararlo todo? ¿Y si hiciera la atrevida y amistosa sugerencia de cooperar sólo para traicionarme cuando menos lo esperara?

La gente se vuelve contra otros incluso en los mejores momentos, y esta era una situación de vida o muerte. Nadie más nos estaba observando. ¿Podría realmente confiar en el otro hombre que estaba aquí conmigo?

No, no iba a ayudarlo.

No necesitaba un compañero.

Desde el momento en que me hice a la mar estaba decidido a hacerlo todo por mi cuenta y sin la ayuda de nadie más. Al menos no tendría que preocuparme de que alguien me traicionara.

Pero entonces me di por entendido de que cuando vi por primera vez a Ace, y cuando me habló, una parte de mí había sentido esperanza. Era patético. Esa parte de mí era débil. Creí que vendría a rescatarme. Aunque eso no podía ser así.

Mi excitación disminuyó rápidamente. Me sentía como si estuviera fuera de mí, observando mi vida como si fuera un extraño.

A pesar de toda mi autodeterminación, una vez que estaba solo en una isla desierta, me alegraba de encontrarme con otra persona. Y eso era todo.

Sin embargo aquello no había durado mucho. Había un cierto tipo de soledad que sentía estando cerca de los demás y que no advertía cuando estaba solo.

Paradójicamente, una vez que estaba con otra persona, sin importar las circunstancias, me encontraba con el vacío que había en mi interior.

—Por cierto, aún no he captado tu nombre —dijo.

Habían pasado sólo unos minutos desde que nos conocimos, pero Ace ya parecía sentirse totalmente cómodo a mi alrededor. Lo odié. Siempre he tenido una gran aversión a decir mi nombre a la gente, o a que me lo pregunten como si tuvieran derecho a ello.

—No tengo ningún nombre que confesarle a gente como tú —murmuré.

No iba a decirle mi verdadero nombre, y menos en nuestro primer encuentro. No cuando aún no podía confiar en él.

El día en que decidí salir de casa y aventurarme por mi cuenta, abandoné mi antiguo nombre.

—¿Cómo es eso? Ya somos amigos -dijo Ace. ¿Cuándo nos convertimos en amigos?—. Vamos, al menos puedes decirme tu nombre.

—Cállate —murmuré—. ¿Quieres que te dé un nombre? Puedo darte un seudónimo -le respondí.

Había decidido que tendría que jugar duro si Ace iba a ser tan insistente.

—¿Un seudónimo?

—Ace es un buen nombre -comenté—. Incluso podría usarlo cuando llegue el momento de escribir una crónica de mis aventuras.

Realmente no quería decir eso. De repente me sentí extraño. Aunque surgió en el flujo de la conversación. ¿Qué tenía este lugar y estas circunstancias que me hicieron mencionar mi sueño de la infancia justo en ese momento?

La expresión de Ace se nubló al pensar que yo utilizaba su apodo.

—Venga ya —manifestó no tan contento—. Ese es mi nombre.

—Y ya te he dicho que para mí sería un seudónimo. Puedo elegir llamarme como yo quiera.

—No lo hagas —me pidió con firmeza—. Pretendo alcanzar la grandeza con este nombre. No necesito que me copies.

«Grandeza», había dicho.

Eso me dijo algo sobre la clase de hombre que era Ace, así como la razón por la que había llegado a esta isla.

—¿Encontraste algún tesoro? —pregunté, ignorando el tema anterior.

Ace mordió el anzuelo.

—¿Por qué? ¿Acaso sabes de alguno?

—No... —respondí—. Sólo los rumores.

—«Los grandes tesoros siempre llegan a los piratas poderosos». Eso es lo que siempre creí. ¿Y con qué idiotez me he topado? Perdí mi barco, y no hay tesoro. No hay recompensas que cobrar y no puedo irme. Esta isla es un pozo —dijo.

Por su forma de hablar parecía que esperaba hacerse un nombre encontrando algún tesoro legendario, o eliminando a un infame pirata, o algo parecido.

Pensar que terminó varado en esta isla debido a nada más que una simple arrogancia...

Hacía tiempo que se contaba que esta isla poseía un tesoro, quizá por su belleza natural. Era una historia famosa entre los marineros de la zona, pero ninguno de ellos se atrevió a acercarse a la isla.

Por supuesto que no lo hicieron; porque sabían que estarían condenados a quedarse desde el momento en que desembarcaran, aunque hubiese un tesoro que encontrar, nada valdría la pena.

Además, el rumor de un tesoro era un alimento común para los marineros. No era que supieran nada de la isla. Se limitaban a señalar una isla pintoresca en la distancia y a inventar cualquier historia que les apeteciera contar.

Dondequiera que hubiese escuchado parte de la historia, Ace claramente se la tomó en serio y llegó hasta aquí intencionadamente. Así que era el tipo de persona cuya ambición era su perdición.

La idea de trabajar con él para sobrevivir parecía aún menos plausible ahora.

—¡Ya sé! ¡Puedes ser Deuce! —Soltó Ace.

—¿Deuce?

—Sí, puedes usar ese nombre para tu seudónimo —dijo—. Deuce. Hace juego con Ace, ¿sabes?

—¿Eh? —rechisté—. ¿Qué quieres decir con «Deuce»?

Dos. ¿Como un dos de cartas o de dados? También significa mala suerte.

Bueno, eso ciertamente se ajustaba a mi situación actual. Tenía que admitir que era un nombre ingenioso. Sin embargo, para estar seguro, lo comprobé con Ace.

 Sin embargo, para estar seguro, lo comprobé con Ace

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Ace's Story vol. 1 [Versión en español] ━━ [Finalizada]《44》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora