Capítulo 109, Parte 2, Me nombran persona non grata

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La puerta daba a un estrecho pasillo subterráneo. Bajamos las escaleras y lo recorrimos en fila de a uno. Ella delante. Seguía el consejo de Vince. No era especialmente largo, pero resultaba algo claustrofóbico al ser tan estrecho.

Una vez llegamos al final Emma tocó la puerta y, al ver que no habría, le dio una patada.

Esta fue mi primera nota mental sobre esta chica. Tiene problemas de agresividad.

La puerta daba a la trastienda de un local. Local que estaba vacío. Vacío de que no había nadie, pero si enseres para vender. Lo que más se repetía eran alfombras. Había dos docenas de todos los colores y formas. También había sombreros y algunas prendas por las paredes expuestas.

-¿Qué es esto? –solté.

-Es una tapadera. Para que la gente del pueblo no sospeche o nos vea aparecer de la nada. No es conveniente que vean que somos magos.

-¿Es algo malo? –pregunté.

-Bueno... algunas personas tienen prejuicios.

Emma apartó una alfombra y mostró la puerta de salida al callejón. Esta estaba abierta, no hacía falta reventarla. En cuanto salimos pude escuchar el barullo. Mucho mayor que el de Hassen. Este pueblo era grande. Se notaba porque ya de primeras las casas no eran solo de una o dos plantas, sino de dos o tres casi todas.

Emma caminaba agarrándome del antebrazo para que no me perdiese entre toda la gente. Había que abrirse paso a empujones. Recorrimos tan solo unos tres o cuatro puestos, pero fue como si hubiésemos recorrido doscientos.

-Va a ser más fácil si nos repartimos las cosas –dijo ella. –Tu quédate en este puesto y compra la ropa y todo eso. Yo voy al callejón de magos a por el resto de cosas. Espérame aquí.

-Un segundo –la interrumpí antes de que se fuera. -¿Sabes de algún puesto que venda cosas para animales?

Ella levantó una ceja como esperando a que dijese alguna estupidez y me arrease un puñetazo, pero lo decía enserio. Quería comprarle algo a Plata, tipo algún juguete o así. En Hassen había un puesto donde vendían cosas para animales tipo herraduras y bridas, pero también juguetes para adiestrar a perros o divertirse. El abuelo nunca me dejaba ir a la aldea y Zigor nunca me traía lo que pedía, pero seguro que aquí habría un puesto. Era mi ocasión.

-Emm, no sé a qué te refieres, pero preguntaré –dijo ella. Al segundo siguiente se había fundido en la marea de gente.

Yo entré en el local donde me había dejado. Se llamaba algo así como "Telas Milos". Me fijé al entrar que junto al cartel había un símbolo tallado en la madera. Era algo así como una "A" con un circulo en el hueco entre los palos y formando un rombo.

Entré sin darle más vueltas al tema, cerré la puerta tras de mí y me acerqué al mostrador.

Un hombre mayor y menudo descansaba sentado en una escalera corredera. Tenía en su mano abierto por la mitad un libro cuyo título era bien largo y del que solo pude leer "Norman Clark", al tiempo que se reía pasaba las páginas. No se percataba de que yo estaba allí.

Esperé un poco, pero nada. Carraspeé. El hombre levantó la mirada fugazmente y, con algo de pesadez, dejo el libro a un lado.

-No atiendo niños –soltó con una voz muy nasal. Se puso en pie de un salto y entendí por qué el mostrador estaba a mi altura.

Se acercó hasta mí y pude ver todos los detalles que el libro antes me tapaba. Nariz larga y aguileña, con una verruga en la punta haciéndola más larga aún. Ojos grandes, aumentados por unos lentes gigantescos como si trabajase con cosas muy pequeñas y necesitase aumentos. Las orejas eran enormes, y salían hacia los lados en formas picudas.

¿Sería alguna criatura mítica como las que mi abuelo mencionaba en sus historias? ¿Un duende o algo así?

-¿Qué miras? –me soltó con su voz nasal. –Vete, vete –hizo un gesto como barriendo con las manos para echarme.

-Pero... señor. Me mandan de la Academia. Yo...

Al señor extraño se le iluminaron los ojos al decir Academia. Me miro y se llevó uno de sus retorcidos dedos a la boca haciendo el universal gesto de silencio. Con la otra mano chasqueó los dedos y todas las contraventanas se cerraron, dejándonos solo con la luz de las velas.

-Haberlo dicho antes –dijo ahora con tono amigable. –La Academia son buenos socios. ¿Qué necesitas? ¿Dime gremio? Por tus pintas es difícil, lo único que queda claro es que te falta comer, y no poco, estás escuálido. Cada vez estos magos están más débiles...

-Mmm, yo... necesito algo de exploradores –respondí.

El señor chasqueó los dedos y un burro de ropa entró rodando en la sala, y luego otro y otro. Había ropa de todos los colores y tamaños. Y complementos para llevar todo tipo de armas en todos los sitio imaginables.

-Tengo algo más en la trastienda –dijo el anciano.

-No creo que haga falta más –solté yo abrumado. –No sabía ni por dónde empezar.

-Tonterías –dijo él. Y sin que yo pudiera hacer nada se metió por debajo de la cortina y despareció.

Me quede sólo, mirando las prendas. Por mi valía cualquiera, no tenía preferencia de color o forma, ni siquiera sabía que arma me iba bien así que...

A mis espaldas el barullo de la calle seguía, y aumentó cuando la puerta se abrió y una figura encapuchada entró. Yo supuse que era Emma, pero no. Al quitarse la capucha casi me da un vuelco el corazón.

Jasón en persona acababa de entrar. Vestía diferente a como en Hassen, mejor. El tampoco tardó en reconocerme, y se sorprendió tanto como yo.

-¿Qué haces tú aquí? –dijimos al unísono. El me cedió el turno.

-Es... ya te dije. Estoy en la Academia y, aquí estoy.

-Vaya casualidad. Yo estoy de paso por el pueblo, ya te comenté que mis padres estaban buscando un cambio de aires tras lo de tu abuelo. ¿Seguís sin saber nada de él?

Negué con la cabeza.

-Lo siento mucho. Confío en que pronto lo encontréis. Bueno, veo que estás ocupado, y yo ando con algo de prisa. A ver si luego nos vemos, no me gustaría partir sin despedirme.

Salió por la puerta así como había entrado y desapareció. El anciano reapareció.

-¿Con quién hablabas chico? –me dijo. –Bueno, poco importa, creo que tengo las ropas justas para ti.

(COMPLETO) EL CANTO DEL FÉNIX. Llamada al Alba (Canto Primero) NacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora