Capítulo 115, El Sauce

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Los días pasaban en el Palacio, y nosotros seguíamos sin ver al rey. Zigor nos decía que era por cuestiones de salud, pero yo no lo tenía tan claro. En cuando al trato de Tristán, seguía dándole vueltas. Colarse en la habitación de la reina no sería fácil, y aún no tenía claro que quisiera ayudar al secuestrador de mi abuelo. Durante mi última Visión no me había mostrado nada de él.

Por suerte, las visiones se habían acabado, o por lo menos me habían dado una tregua.

Zigor y Lara no nos dejaban acceder a muchas zonas del Palacio. El ala este estaba reservada al rey y la corte, por lo que no podíamos pasar. Supuse que ahí estarían sus aposentos junto con los de la reina.

El ala oeste sin embargo tenía plena disponibilidad, y Emma y yo lo aprovechamos para entrar en todas las salas y habitaciones.

Después de varios días de husmear, acabamos por aprendernos todos los rincones. Y Zigor acabó harto de vernos correr por los pasillos, así que nos llevó a entrenar.

En una de las plantas más bajas del ala oeste alguien, probablemente el propio Zigor, había habilitado una sala como el campo de entrenamiento. E incluso se había tomado la molestia de colocar tierra batida y hacer el círculo de protección.

Plata acudió a nuestra sesión como era de esperar. E incluso participó.

Al principio Zigor nos hizo entrenar con muñecos de paja, como me mandaba a mí en Hassen. Para su sorpresa, estos meses en la Academia me habían enseñado un par de trucos.

Quizás los exploradores no éramos los más diestros en combate, pero nos defendíamos bastante bien. Y mis compañeros me habían enseñado cómo manejarme más o menos. Aknor me había enseñado algo de esgrima, y Tania a luchar con cuchillo cuerpo a cuerpo. Vince y Álex formas de esconderse y también cómo usar la lanza y el arco.

Agradecí enormemente el esfuerzo a mis compañeros, aunque no me hizo falta mucha ayuda para darme cuenta de que lo mío era la espada. Era lo que menos mal se me daba.

Una vez terminamos de dar una paliza a los muñecos con las espadas de madera, pasamos a algo más emocionante. Combate cuerpo a cuerpo con palos. Zigor temía que nos hiciésemos daño. Para ser más exactos, temía que Emma me hiciese daño. Y no era el único.

Emma por su parte manejaba cualquier arma de manera magistral, parecía como si hubiese nacido para ello. Sobre todo la lanza y el cuchillo.

Primero estuvimos practicando maniobras sencillas, golpes clásicos y puliendo los reflejos. Y luego empezó el fuego real.

Zigor sería el árbitro, y Emma seria mi verdugo.

El primer combate fue con palos largos, simulando lanzas. El fuerte de Emma.

Ella atacó primero, se le notaba con confianza. Yo por mi parte paraba los golpes y trataba de no perder el equilibrio.

Debo decir que llevaba bastante bien el juego de pies. Creo que Zigor quedó impresionado.

Se notaba que Emma no se estaba esforzando. Sus ataques eran rápidos, pero los frenaba justo antes de golpear para no hacerme daño. Hacía barridos a media altura, combinados con puntadas directas a la cabeza o el corazón.

-No te contengas –le animaba Zigor. Menos mal que éramos familia...

Al final acabó pasando lo que todos esperábamos. Le golpeó en la boca del estómago, dejándome descolocado y, de un empujón, me sacó fuera del círculo. Eso era una derrota.

En ningún momento estuve cerca de derrotarla.

Zigor se acercó a ver si estaba bien, y a darme un par de consejos.

(COMPLETO) EL CANTO DEL FÉNIX. Llamada al Alba (Canto Primero) NacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora