Capítulo 105, Me defiendo con una barra de pan, de la examinadora

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Rosa me explicó que Zigor había salido para traeré al examinador, y que tardarían al menos una semana, y vaya si tenía razón. Por lo visto yo había dormido dos días enteros, aunque seguía agotado. Según Rosa era normal, algo típico después de un esfuerzo tan grande.

Pasaron varios días y no teníamos noticias de Zigor. Ni de ningún examinador. Rosa no me dejaba practicar nada porque decía que debía descansar para la prueba. Además de que seguía cansado, aunque poco a poco me iba recuperando.

Durante esos días Rosa y yo hablamos mucho, entre otras cosas me habló de su tierra natal, el Bosque Azul, un lugar mágico lleno de ninfas y otras criaturas feéricas que no conocía ni había visto en mi vida.

También me enseñó ese hechizo tan espectacular de mi sueño, el que la chica hizo rasgando el aire y formando una grieta. Por lo visto se llamaba Uchd, y era como un cofre o almacén casi infinito donde acumular objetos que te vendrían bien.

Para no ser una bruja, se manejaba bastante bien en cuanto a habilidades mágicas.

-Ah, la Academia –me dijo una noche. –No sabes la suerte que tienes de poder ir allí. Ojalá los mío pudiesen aprender a hacer magia allí...

-¿No pueden? –pregunté. -¿Por qué?

Rosa negó con la cabeza.

-La verdad es que no conozco el porqué, pero creo que tiene que ver con el origen de nuestras habilidades. Para vosotros la magia proviene de una especie de sexto sentido, como una forma diferente de ver u oler. Es complicado. Nosotros en cambio tomamos nuestra magia de la naturaleza, como una parte de nuestra alma.

La verdad es que no le llegué a entender, pero no quería que me doliese más la cabeza y lo dejé correr.

Plata jugaba conmigo, y cuando ella dormía yo ojeaba algunas de las historias de Norman Clark. Muchas eran aventuras suyas en tierras indómitas, otras junto a un amigo de nombre desconocido, los relatos no especificaban su nombre, con animales extraños y tesoros y enemigos...

Después de varios días, acabé cansándome de esperar y dejé de pensar en Zigor y el examinador.

Una mañana me desperté algo más temprano de lo habitual. Bajé como de costumbre a desayunar, me serví el desayuno y me senté. Ese día no había bollos, así que agarré algo de pan para untar.

-Vaya horas para despertarse –bromeó una voz a mi espalda. Tenía el mismo tono sarcástico que Zigor, pero era femenina.

Me giré rápido como el rayo y apunté a la figura con la barra de pan duro de ayer. Podía parecer poca cosa, pero aún dolía si golpeabas bien. Lo sabía por experiencia, el abuelo había usado un par de veces la barra del día anterior para amenazarme.

-Baja el arma, soldado –bromeó con una sonrisa ladeada. –Soy aliada –dijo.

La observé de arriba abajo. Sentía que la conocía, pero no sabía de qué. Tenía el cabello castaño, y la piel oliva, no tan morena como Zigor. Los ojos eran parecidos a los de Zigor.

-Veo que conoces ya a mi hermana –dijo Zigor entrando en la cocina. –Sé que es algo pesada, pero es de fiar –soltó viendo la barra de pan que sostenía como arma. –Además, eso a ella no le haría daño porque tiene la cara más dura que la roca.

Ella le dirigió una mirada de soslayo. Sonrió.

-Mi hermano el gracioso –dijo con sarcasmo. –Es el chiste de la familia –soltó.

(COMPLETO) EL CANTO DEL FÉNIX. Llamada al Alba (Canto Primero) NacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora