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-Camina venga –me instó Emma. –No quiero pasarme el día entero de compras contigo.
Caminábamos por el bosque en dirección al sur. Primero bordeamos la laguna y luego, tras cruzar un puente para evitar el rio, nos metimos por el bosque. Los dominios de la Academia eran enormes, la zona de los gremios apenas sería como la décima parte de toda la extensión. Al menos ese lugar debía de ser como cinco veces Hassen, y unas cien veces la granja.
Por el camino vimos todo tipo de animales, y más de esas preciosas flores, Briseidas. Debían de estar por todo el bosque. Al igual que los robles, que ocupaban la mayoría de árboles del lugar.
-¿Por qué eres tan borde? –le solté al fin. – ¿Es algo que he hecho? Porque llevas así desde que entré aquí y...
-Calla.
Me quedé mirándola, estupefacto. Ella se detuvo tras un árbol.
-¿Qué pasa? –le dije.
-Calla –soltó. Yo iba a responder, pero me agarró y me tapó la boca con su mano. -¿Oyes eso? –me dijo en susurro.
Yo no oía nada. Igual estaba un poco pirada. Miraba a todos los lados buscando ese ruido, pero nada. Ella tenía la mirada fija al frente.
Entonces lo oí. El ruido de hojas pisadas y ramas partiéndose. Era como si una manada de algo se acercase a toda velocidad, pero no veía nada. El ruido desapareció. Se habían ido. Emma me soltó la cara y pude respirar de nuevo.
-¿Qué era eso? –solté por lo bajo.
-No lo sé, pero no debería estar aquí. Apura.
Caminamos rápidamente hasta salir del bosque a una zona de pradera. Se veía la Academia al otro lado del lago, al norte. Aunque no se distinguía nada más que los edificios. Veíamos la muralla a bastante distancia.
-Vamos, la entrada está por allí –indicó.
-Aún no me has dicho porque te caigo mal –insistí. Ella resopló.
-Eres... tan ingenuo.
Fue su única respuesta, y siguió caminando. No tardamos en llegar al muro de piedra. Igualito que cuando entramos, de cinco metros de alto y tres de ancho. Ninguna puerta a la vista.
-¿Cómo vamos a pasar? –pregunté.
Ella miraba el muro, como buscando un tirador invisible. Acercó la cara a la piedra y palpó. Así se pasó un rato.
Pasó un minuto, y luego otro, y nada cambiaba. Menos Emma. Ella se iba cabreando con el paso del tiempo. Yo me senté contra el muro esperando. En cierto momento se me ocurrió ayudarla pero, francamente, prefería que me lo pidiese. Sobre todo después de lo borde que había sido conmigo.
A mi lado alguien había acumulado un montoncito derruido y semienterrado de chinas redondeadas como las que Jasón y yo recogíamos del rio para luego lanzarlas y ver quien las hacia botar más veces. Normalmente yo.
La agarré y empecé a juguetear con ellas. Estaban muy redondeadas, muy perfectas. Como hechas a medida. Quizás eran algún puzle o algo que encajar para un mecanismo. Miré el muro como ella, pero no había ningún hueco en la piedra.
Miré a mí alrededor y seguí sin ver nada. Debía ser imaginaciones mías, probablemente solo eran piedras. Las coloqué como estaban, en un montoncito en forma de pirámide bien colocadas y me acerqué a ayudar a Emma.
-¿Ahora te dignas a ayudar? –soltó.
-¿Puedo? –ella se apartó. -¿Cómo se supone que es esta puerta?
-Puf, ¿a mí me preguntas? A saber. Cada puerta es diferente y hay al menos una veintena solo en este lado del lago. Podría ser una puerta espejo o una entrada invisible...
Pegué la cabeza a la piedra y noté una vibración en la cabeza, como una sacudida o un terremoto.
-¿Qué ocurre? –al separarme me di cuenta que no era el muro solo, sino el suelo también. Emma estaba tan sorprendida como yo.
La pila de piedritas brillaba con una luz verdosa. El suelo de hierba se abrió y de él salió una mariposa. Pero no era como las venenosas, sino una normal, pequeña y bonita. Emma se llevó la mano al cinturón donde llevaba una daga, pero no le hizo falta desfundarla.
La mariposa no venía hacia nosotros, sino que volaba hacia arriba, y poco a poco iba pasando de su color verdoso a un color como el del cielo. Luego entendí que era translúcida, sin color. Siguió ascendiendo y ascendiendo hasta que se detuvo.
En ese momento pasó algo chulísimo. La luz del sol golpeó las alas de la mariposa y estas redirigieron la luz hacia el muro de piedra. La luz era como un arcoíris, de todos los colores e impactaba en la piedra. Así estuvo por unos segundos hasta detenerse.
Cuando paró, el muro ya no era como antes, una puerta se había dibujado en la piedra. Una puerta con una superficie ondulante como un mar calmado y marrón. Emma tomó la delantera y se encaminó, tomó el pomo y giró. La puerta cedió con un crujido como si llevase meses sin haber sido usada.
-Bueno que, ¿te vas a quedar todo el día ahí embobado? –soltó ella.
Yo volví a la realidad solo para soltar un, "de nada".
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(COMPLETO) EL CANTO DEL FÉNIX. Llamada al Alba (Canto Primero) Nacimiento
FantasyEn el centro de un antiguo bosque, rodeado por altas montañas, se eleva un pequeño pueblo de nombre Hassen. No es un lugar importante. No hay historias de grandes guerreros, ni cuentos o hazañas de los habitantes de esta villa. A orillas de este pu...