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ALLISON DAVIS

— ¡Zy, detente! — chille mientras soltaba una fuerte carcajada.

Él estaba tumbado en la alfombra de la sala, yo estoy sentada en el sofá estudiando para mi próximo examen, pero sus dedos no me dejaban en paz, me hacía cosquillas en la planta de los pies cada que veía la oportunidad.

— Tengo que estudiar — dije más calmada cuando termino de torturarme.

Ha pasado mucho tiempo desde que le vi el tatuaje al pelinegro cuando llego a casa, estaba realmente ilusiona con esa pequeña cosa, llevada indirectamente mi ser en su piel de por vida. No lo asimile hasta hace unos días atrás que todavía lo veía intacto en el mismo sitio.

Estoy a tres exámenes de terminar el año y entrar a la universidad, aunque la terapeuta me ha ayudado a reencontrarme y poder visualizar de nuevo mi futuro como antes lo hacía. El chico interrumpió mis pensamientos haciendo sonar su voz en toda la sala

— Salgamos — dijo sentándose como una flor de loto. Alce las cejas con diversión, no sabía a donde quería ir a estas horas de la noche.

Y es que esta semana ha estado muy creativo, o no lo había notado antes o no me había enseñado ese lado de él. Hace dos días atrás me llevó a la empresa que dejó su padre, me enseñó cada rincón de ella y con eso anécdotas que había vivido de pequeño juntó a su padre. Ahora que compartimos más cosas quiere enseñarme todo lo que pasa por su cabeza, es más abierto en cuanto a sus emociones.

— ¿Dónde? — deje de prestar atención a la hoja que estaba tratando de meter en mi cabeza la información que contenía.

— Por ahí — sonreí apretando mis labios. Se veía tan tierno diciéndome eso que no quería negarme, pero tenía que estudiar para esto.

— Tengo que estudiar.

— Eres muy inteligente, lo harás bien — relamió sus labios. — No te quitaré mucho de tu tiempo — mire a un punto fijo buscando una respuesta en mi cabeza.

— Bien — este se levantó con una sonrisa y me ayudó a pararme del sofá. — Buscaré algo para abrigarme.

Fui a mi armario, me coloqué un suéter que me había regalado mi madre hace años y que jamas había usado. Tomé mi teléfono y volví con el chico que había propuesto la fuga. Relamí mis labios para luego succionarlo hacia adentro con una pequeña mordida a la vez que salía una sonrisa coqueta.

Me acerqué, me puse de puntitas para quedar a su altura, fue imposible porque aún así me pasaba.

— Espero que valga la pena — deje un corto beso en sus labios para luego apoyar por completo mis pies en la madera fría.

— De por sí, estar contigo ya vale la pena — sentí mis mejillas arder. Escondí la cabeza mirando a mis pies desnudo, me di cuenta que tenía que buscar algo para cubrirlos.

Volví a mi habitación para buscar unos zapatos. La marcha la emprendimos en su motocicleta. Me aferré a su torso como cada vez que nos subíamos a ella. Apoye mi mejilla de su espalda porque me gustaba sentir su calor contra mi cuerpo. Condujo por un tiempo indescifrable, pero estaba disfrutando de la brisa fría chocar contra mi cara y hacerme sentir escalofríos por casi congelarla.

El Huésped [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora