Noche de Póker

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Narra Kristal.

Ya es la quinta noche consecutiva que mi padre no llega a dormir y me siento sola. Desde que solo vivo nada más con él, su ausencia me afecta a tal punto que me quedo en vela rogándole a los miles de santos que existen que no le pase nada. Qué horrible se ha de sentir ser la madre de tu propio padre, loco, ¿no?

Pero bueno, antes de avanzar me presentaré. Mi nombre es Kristal White, tengo dieciséis años, si soy ilegal aún lo sé... —reí— soy la hija menor de uno de los empresarios más conocidos y famosos de Centro América, el señor Max White; mi madre lamentablemente falleció en un accidente junto a mis hermanos mayores hace varios meses, lo que indujo a mi padre a caer en depresión y solamente le gustaba pasar la mayoría de noches en los casinos. Debo aceptar que no me molestaba cuando estaba bien acompañado, el problema es que esa noche todo cambio, nuestras vidas cambiaron a tal punto que de la ira lo estaba odiando. 

Pueden creer que mi propio padre me envió un mensaje de texto pidiéndome a ruegos de que fuera al casino de todas las noches, el Castle Dollars, era uno de los lugares donde la gente con dinero iba y se multiplicaba sus ganancias o quedaba en banca rota, nunca me gusto ese lugar, pero pensando lo peor tome mi celular junto a las llaves de la casa, para salir rumbo al establecimiento, que al entrar me dirigí en compañía de su guardia a la mesa de póker en donde se encontraba; ese fue un grave error. 

—Kristal... —le abraza—. Que bueno que llegaste, te quiero presentar a alguien muy importante y que muere de ganas por conocerte —su sonrisa se notaba algo nerviosa, mientras una mujer se acercaba a nuestra mesa con unas cartas de póker en mano. 

—Padre, ¿qué sucede? —pregunte un poco confundida.

—Kristal, perdón hija, pero te presento a la famosísima Minnie Demon... Tu nueva novia.

El hombre tragó en seco antes de cambiar su mirada a un semblante mucho más temeroso antes de los dos ubicarse frente de la esbelta y hermosa mujer. Cabe recalcar que la mirada de Kristal a su padre estaba llena de furia, este sabía que le atraían las mujeres, más nunca se imaginó que la apostaría en un estúpido juego de póker, y peor aún, con una asesina. 

—¿En serio me apostaste con esa chica? Tú muy bien has de saber quién, o es que acaso te harás el tonto de nuevo, ¿cómo puedes ser tan...? ¡Ah! —lo observé furiosa.

—Pero qué niña más altanera tienes de hija querido White.

Habló la desconocida, estaba en pie detrás de mi padre, se veía imponente a lo que debo admitir que me intimido, pero que tomara mi cintura y susurrará muy cerca de mi oído un par de oraciones que tome como advertencia, hizo que el nervio recorriera por mis venas.

—Ya eres mi novia, así que cuidado con tus formas de hablar o dirigirte a mi mocosa.

—Claro que no, usted, a mí no me manda y yo soy libre de hablar como quiera —refute después de haber tragado saliva, pero la voz de mi padre me hizo bajar la mirada. 

—Kristal, por favor más respeto, lo que te he enseñado, ¿dónde está? —comenta serio.

—Perdón padre... —mire a la chica muy nerviosa para luego nuevamente bajar mi mirada, me sentía tan indefensa en ese sitio y sin apoyo de mi única familia—. Perdón a usted también, señorita...

—No te preocupes, corazón, llegará el momento de dominarte —suelta una risita maliciosa antes de dirigir su vista al hombre que tenían de frente.

Solo pude suspirar antes de poner la mirada en tono de súplica a mi padre. Necesitaba irme de ese lugar o sentiría que empezaría a enloquecer. Pero al preguntar si podíamos ir a casa, la respuesta de mi padre la sentí como un verdadero balde de agua fría, que solo pude reaccionar cuando un par de guardias me esperaban para ir a su auto.

—Padre, ¿por qué me haces esto?

—Lo siento Kristal, no pensé que esto pasaría, pero ahora ella es tu novia y debes vivir con ella, eso fue parte de la apuesta...

—¿Por qué me apostaste? No es un motivo de pensar que no pasaría, yo soy tu única hija y me apostaste. 

—Solo... Lo siento. Ve con ella y pórtate bien, nos vemos después Kris...

El hombre con su semblante de dolor la abrazo, pero fue separado por uno de los hombres de la chica, por lo que solo le termino dando un beso en la frente. Los ánimos estaban bajos, pero que más podía hacer, seguro que si no cumplía con el error de mi padre, esta mujer lo pudiera haber matado.

A decir verdad la situación aún era muy extraña para mí, pero lo que más me carcomía en dolor era que mi padre me había apostado.

La ApuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora