Última Muerte

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Al despertar después de la magnífica noche que tuve con Kristal, cuando apenas marcaban las tres de la madrugada, mi alarma sonó anunciándome que era hora de trabajar. Me levanté con cuidado de la cama para no despertarla, que en puntillas fui a otra habitación con mi ropa para tomar una ducha. Llevaba tres meses en abstinencia de no matar a nadie, le había prometido a Kristal no seguir asesinando personas por un tiempo, aunque ella no sabía de mis otros negocios, no podía negarme a una misión, ya antes acordada de última hora, esta sería la última muerte para estar con ella. 

Si bien es cierto que soy la mejor asesina de estos tiempos, ya que nadie ha superado mi récord de matar tantas personas teniendo una corta edad, pero por Kristal dejaría eso en la historia y solo me encargaría del tráfico de drogas y los juegos de azar, no podía negarlo, el dinero es algo de mí y no es fácil dejarlo. 

—Bueno Minnie, ya sabes qué hacer coquetearle, embriagarlo, sacarle la información, seducirlo y matarlo —dije para mí con mucha confianza al momento de descender del auto y adentrarme en el bar donde estaba mi víctima; llevaba puesto un traje de color rojo con una abertura a la altura del torso que le daba un toque de sensualidad, unos tacones negros, con una joyería casual, y el detalle más importante, en mi liga guardaba dos navajas por si las cosas se ponían duras. Al entrar busque su mesa con mi vista, que al verlo en solitario me acerque para terminar sentándome en sus piernas— hola hermoso, ¿por qué tan solito? —sonrió algo coqueta al chico que por cierto era el hijo del presidente, un miserable hijo de papi y mami que era un abusador; su nombre era James Johnson.

—Hola linda, lo mismo digo. ¿Por qué tan solita? —objeta pidiendo un par de tragos mientras sostenía de la cintura a la chica.

—No había encontrado un chico que este a mi altura, puedo decir que ya no estaré solita, sino a tu lado —sonreí para tomar del trago que me ofreció mi contrario, sintiendo su mirada algo ebria sobre mi busto.

—Ni yo solito —sonríe con cierta malicia para morder sus labios al tener gran parte de los pechos de la chica a su vista. 

—¿Te gusta lo que ves? 

—Me encanta. 

De manera juguetona tuvimos una corta conversación, que al saber que estaba embelesado, me acomode bien en sus piernas, dejando a su vista parte de mis pechos y algo de trasero, tras sus reacciones corporales sabía que lo tendría a mi merced después de otro trago más. Fue bastante atrevido al soltar una palmada con una de sus grandes manos en mis glúteos, que a pesar de llevar trago tras trago se veía bien y no tanto como una basura, lo cual me molestaba hasta sentir como termino su rostro en mi cuello, donde con una propuesta indecente supe que lo tenía en mis manos. 

—¿Te gustaría ir a la habitación y jugamos más cómodos?

—Me parece una gran idea. 

Sonreí sin más para levantarme de sus piernas, acomodar mi traje y conducirlo a la última habitación del pasillo, al estar cerca de la cama lo aventé para esposarlo, mientras de uno de los cajones sacaba un arma con la cual le apunte. 

—¿Dónde está el dinero robado, James? Y, ¿dónde escondes los cuerpos de las mujeres que violas y no vuelven? 

—¿Qué cojones? ¿Mamacita que sucede, quién mierda eres? —objeta algo confundido mientras la miraba medio borroso.

—Cierto, qué mala educación de mi parte, me presento, soy Minnie Demon —reí un poco para poner el arma a la altura de su cabeza— habla ahora y te salvarás o prefieres una muerte rápida. 

—¡Igualada me las pagarás! ¡Ayuda! —grita buscando ser escuchado, pero nadie entraría a su socorro.

—¿No me dirás en verdad? No soy muy paciente que digamos James —le quito el seguro al arma mientras hacía un pequeño puchero.

—Ah... Ya, te diré... Está en la caja fuerte de mi habitación, la contraseña es James437801, por favor no me mates, allí está el dinero y las mujeres están en la cabaña de playa de mi padre, están seguras, las pueden buscar si gustan, no están muerta; le juro que no volveré a hacer algo así, pero no me mates, no le diré nada a la policía —dice en súplicas mientras remueve su cuerpo entre las cadenas buscando liberarse.

—Muchas gracias por tu colaboración, pero si sabes quién soy, sabes que no me gusta dejar rastros, guapo —dije de forma burlona y le dispare sin previo aviso en toda la cien, para después marcarlo con mi huella —MD— para salir de la habitación como si nada mientras realizaba una llamada por mi celular.

—¿Ya lo tienes? —pregunta una voz grave desde la otra línea.

—Sí, ahora elimina los videos de las cámaras, mana a limpiar las huellas y en la tarde voy a tu casa, te recuerdo que en la mía está Kristal. 

Suspire un poco antes de cortar la llamada, sonreí sabiendo que había hecho un magnífico trabajo como siempre, que tras subir de nuevo al auto limpie un poco mi maquillaje quitándome la peluca. Esperaba con ansias que mi chica se mantuviese aún dormida, eran las cinco de la mañana del sábado y no tenía que madrugar, pero al llegar la vi sentada en el sillón aparentemente esperándome, que aunque quise subir rápido esta me detuvo con su tonalidad de voz seca, creo que estoy en problemas. 

La ApuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora