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~LIZ~

─ ¡No está! ─grito llena de angustia─. ¡Ed no está!

─Cálmate ─me dice Nat.

─ ¡Calmarme! ─resoplo con exasperación─. ¡Cómo puedo calmarme cuando no sé dónde está mi hermano!

─Solo...

─Primero piensa bien lo que vas a decir, Nathaniel ─le doy una mirada amenazante.

─Jesús, Liz ─camina de un lado para otro y luego se detiene para sostener mis hombros─. Vamos a encontrarlo.

Asiento, eso es lo que tenemos que hacer.

─Primero tenemos que asegurarnos que no esté realmente aquí, así que tu ve abajo y yo termino de revisar aquí.

─De acuerdo.

Lo veo bajar las escaleras e inmediatamente me meto en el dormitorio de mis padres con la esperanza de que Ed esté aquí, pero no hay rastro de él. Continué buscando en vano en el resto de habitaciones antes de bajar y encontrarme con Nat.

─ ¿Y bien?

Él niega con la cabeza.

─Nada. Y por tu expresión sé que obtuviste el mismo resultado.

─Sí ─me dejo caer en el sofá totalmente abatida─. Y si no está aquí, hay miles de lugares a los que pudo haber ido ─pongo mis manos sobre mi cara y siento a Nat sentarse a mi lado.

─ ¿Dónde va cuando piensa en tus padres?

Dejo caer mis manos bruscamente y lo miro.

─ ¿Qué?

Veo que está tratando de elegir cuidadosamente sus palabras antes de hablar.

─Él habló de ellos en mi casa. En realidad dijo que los extrañaba.

Cierro mis ojos y respiro profundamente.

─Tú también los extrañas ─dice, y no como modo de pregunta.

─Obvio que lo hago, pero nosotros lo llevamos de manera diferente ─hago una mueca pensando lo que sé que está haciendo Ed en este momento y enfrento a Nat─. ¿Cómo pudo irse sin que lo notaras? ─mi tono no es acusatorio, pero la rudeza con la que sale lo hace sonar así─. Lo siento, siento realmente mi actitud y todo esto.

─Tranquila, es entendible.

─Quizás, pero te prometo que no te culpo, esa es la forma en la que Edward siempre actúa, estoy acostumbrada ─suspiro─. Pero también estoy preocupada. Solo hay una manera en la que él maneja el dolor y es fingiendo que no existe mientras va a las fiestas a fumar, emborracharse y drogarse. Y cuando regresa tengo que ocuparme de él y de su desastre. Siempre ha sido así. Pero esta vez siento que tengo que ir buscarlo y evitar que llegue demasiado lejos.

─Ya no estás sola, Liz ─pone su mano sobre la mía mientras me mira a los ojos─. Te ayudaré a encontrarlo, por toda la cuidad si es necesario, y luego nos encargaremos tanto de él como de su desastre. Juntos.

Abro mi boca para responder a eso, pero el sonido de su celular me interrumpe.

─Nat ─le digo al ver que no lo revisa y simplemente me sigue mirando.

─ ¿Sí? ─los decibeles de su voz bajaron considerablemente y ahora suena ronca.

─Uh, tu celular acaba de sonar.

─Oh ─el suelta mi mano y se aleja avergonzado─. Claro ─lo saca de su bolsillo y en cuanto revisa el mensaje lo veo volverse tan rojo como un tomate.

IntenseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora