3

745 72 6
                                    

~LIZ~

─ ¡Ed! ─me levanto sobresaltada y me descubro sobre mi cama.

¿Cómo llegué aquí?

Oh, Dios, se supone que debería haber esperado a que llegara Ed, pero al parecer había venido aquí de alguna forma y me había quedado completamente dormida. Tampoco estoy segura del orden en que pasó eso.

¡Soy una pésima hermana!

Rápidamente voy hasta su cuarto y lo encuentro vacío, lo cual es completamente raro porque él nunca se levanta antes de las nueve de la mañana.

Y hablando de eso, ¿qué hora es?

El olor del tocino frito inunda mis fosas nasales y mi estómago gruñe en protesta de hambre.

Curiosa y hambrienta me apresuro a bajar las escaleras y quedo totalmente sorprendida.

Ed está despierto. ¡Y cocinando!

¿Qué está pasando?

Sin poder evitarlo una sonrisa se forma en mis labios.

─Buenos días ─dicen detrás de mí y me giro sobresaltada.

─ ¿Nat? ─le digo al verlo sentado en la sala─. ¿Qué estás haciendo aquí?

─Tú hermano me invitó a desayunar ─encoge sus hombros con una sonrisa.

Oh, Dios, ¿alguien puede decirle a mi corazón que deje de latir tan velozmente? Me está asustando.

─ ¿Estás bien? ─pregunta con preocupación por lo que sea que mi cara esté expresando ahora mismo.

─Sí... Yo... Voy a lavarme los dientes ─subo corriendo las escaleras.

Mirándome al espejo, puedo ver el desastre que soy con mis mejillas sonrojadas, sombras oscuras bajo los ojos y mi cabello completamente desordenado. Y en cuanto a lo que visto, bajo la mirada para ver que solo estoy usando una camiseta negra holgada (que no disimula en nada el hecho de que no cargo sujetador) y unos diminutos shorts grises.

Dios, me siento tan avergonzada porque Nathaniel me haya visto así, pero me gustó el hecho de que cuando me saludó su mirada nunca estuvo clavada en mis grandes pechos ni en mis piernas, sino en nada más que mis ojos y parece no desagradarle en nada mi aspecto de recién levantada; así que sólo me peino un poco, me lavo los dientes y me pongo un sujetador antes de bajar.

Cuando llego me encuentro tanto a Nat como a Ed sentados en la mesa del comedor, devorando su desayuno.

─Buenos días, hermanita ─me dice este último con una sonrisa radiante.

─Buenos días ─le digo, reprimiendo un bostezo mientras me siento en la silla a su lado y también le sonrío.

─ ¿Estás lista?

─Nací lista ─contesto antes de meterme un trozo de pan untado con queso crema a la boca.

─ ¿Lista para qué? ─pregunta Nat interesado frente a nosotros.

─Es ese fin de semana del mes ─le contesta mi hermano.

─ ¿Y eso significa? ─arquea una ceja.

─Maratón de películas ─le digo yo animada─. Un fin de semana al mes elegimos alguna película al azar que sea una serie cinematográfica y vemos cada una de sus partes.

─Genial. ¿Qué van a ver esta vez?

Regreso a mirar a Ed y sé que está pensando lo mismo que yo.

─ ¡Harry Potter! ─gritamos al unísono y comenzamos a reírnos fuertemente porque la única razón por la que veremos las películas (otra vez) es porque los dos vimos el parecido de Nathaniel con Ron Weasley.

─Espera ─me dice este─, ¿no se supone que piensas que los libros son mejores que las películas?

─Lo son, pero eso no significa que no disfrute viéndolas ─señalo─. Sobre todo Harry Potter, que es una de las mejores adaptaciones cinematográficas que existen.

─Completamente ─me apoya Ed con una sonrisa.

─ ¿Podría unirme a ustedes? ─nos pregunta Nat con ilusión.

─Por supuesto ─responde mi hermano.

─Genial ─él sonríe─. ¿Pero creen que podríamos dejarlo para el próximo fin de semana? A pesar de que me dijo que no le falta mucho, realmente quiero ayudar a mi mamá a terminar de desempacar y acomodar todo, se lo debo.

─ ¿Liz? ─Ed me mira en espera de una aprobación.

─Sabes que eso significa que tendría que ir a trabajar hoy y mañana para poder tener libre el próximo fin de semana, ¿cierto?

─Por favor ─hace un puchero y me mira con ojos de borrego.

Ahí van mis planes de estar en pijama todo el día.

─De acuerdo ─digo derrotada.

─ ¡Hurra! ─mi hermano aplaude.

─Pero ─le digo antes de que siga festejando─, tienes que ir a ayudar a Nat con la mudanza.

─Es justo ─se encoge de hombros, despreocupado.

─Bien ─sonrío y miro al sexy pelirrojo─. Prométeme que lo harás trabajar duro.

─Lo prometo ─me guiña un ojo.

IntenseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora