Epílogo

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Trece años después

Notaba el agua templada caer sobre su frente y resbalar por todo su cuerpo con velocidad. Tenía los ojos cerrados y respiraba profundamente. Su pecho desnudo subía y bajaba con lentitud. Disfrutaba de la soledad de su ducha mientras sus pensamientos viajaban a un pasado tan lejano que le perturbaba recordarlo como si hubiera sido el día anterior.

Trece años. Habían pasado trece años desde la caída de los tiranos y la extinción de su imperio del mal. Aquel día quedó en el recuerdo para todo el universo, pues suponía el inicio de una nueva etapa donde debían aprender a vivir con una paz que costaba de asimilar. Todo el mundo hablaba de como aquellos guerreros vencieron a aquellas bestias, y no pasaban por alto la valiente intervención de una humana que sus conocimientos en lucha eran escasos. Sus nombres quedaron marcados en la historia y Bulma había recibido ofertas de trabajo en planetas para ayudar con algunos proyectos. Aquella reputación se la habían ganado, así como aquella calma en la que vivían desde hacía trece años.

Abrió los ojos lentamente, dejando ver sus negras iris. El saiyajin evaluaba aquel día como uno diferente en su vida. Su hija cumplía dieciocho años y él no dejaba de verla como una cría. Desde que se reencontró con ella juró que la protegería y hasta el momento había conseguido cumplir con su palabra, pero Bra había madurado con los años y temía verla nuevamente lejos. Una joven medio humana y medio saiyajin, con ansia de aventuras y de descubrir aquel mundo que les rodeaba, lleno de cosas hermosas como de crueldades.

–Vegeta–la voz de Bulma se escuchó al otro lado de la puerta del baño, despertando al guerrero de pensamientos grises y apagados–, llevas media hora metido en el baño. ¿Estás bien? –

Vegeta movió la llave del agua para cesar su ducha. Movió la mampara de cristal y agarró una toalla azul que estaba colgada a un lado de la pared. Secó su cuerpo y luego revolvió con ella su cabello para secarlo, tirándola al rato sobre el suelo para salir del baño hasta la habitación que compartía con Bulma.

Vivían tranquilamente en una hermosa casa al lado de Palacio. Era bastante grande, de dos pisos y una guardilla que la menor acomodó para que fuera su rincón en el que evadirse. Allí vivía el con su mujer, su hija y algunos trabajadores que se encargaban de la limpieza y la comida. Había aprendido a llamar hogar a un planeta que no era el suyo. Al principio le molestaba pero hacía tiempo que se acostumbró. Así como lo hizo con Akrog, Riolhase era su remanso de paz.

En la habitación se encontraba su mujer quien ya había sufrido cambios por la edad. Su cabello era más corto, exponiendo su hermoso cuello que adornaba en ocasiones con hermosos collares y pañuelos, como en aquella ocasión que llevaba uno blanco y que conjuntaba con su elegante vestido morado. Apenas mostraba alguna arruga, solo se notaba cuando hacía algún gesto o mueca. Para él, Bulma seguía siendo la misma hermosa y alocada humana que apareció para trastocar su vida.

–¿Es por el cumpleaños de Bra? –siguió preguntando la humana mientras Vegeta se acercaba al armario para agarrar las prendas que se pondría–. Nuestra pequeña se hace mayor...–

Vegeta intentó aguantar la molestia que le causaba aquella información tan cierta como dolorosa. Mientras se cubría con su ropa interior, en su cabeza se decía que ella no se hacía mayor y que seguía siendo una niña. Ya fue molesto ver como su hijo se marchó de casa con diecinueve años, no quería imaginar que su hija, quien mostraba más interés por la independencia, se marchase antes y le abandonase.

–Vegeta–antes de llegar a ponerse su traje de combate, Bulma rodeó el cuerpo del guerrero. Apoyó su mentón en el fuerte hombro de su amante y depositó con suavidad un beso en su cuello–, ya sé que tienes miedo de que se marche, pero Bra es nuestra hija. No se olvidará de nosotros y menos de ti. –

Almas Unidas [BulmaxVegeta] ORIGINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora