Hoja en blanco

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Ella colocó sus labios en mi muñeca y luego susurró a mi oído que detendría el sangrado, pero que la herida nunca cerraría. 

A la mañana siguiente de hacer el amor la besé y mis labios comenzaron a sangrar. Dos... tres segundos después y la sangre comenzó a salir de mis ojos y oídos. 

Mis dedos comenzaron a caerse uno por uno, luego mis brazos se desprendieron de mi torso. 

No sentía dolor mientras me caía en pedazos. 

Ella permanecía a mi lado, su mirada no reflejaba asombro. 

Se levantó de la cama y sin vestirse abandonó la habitación.

Pasó una semana desde que comencé a hundirme y aún me encontraba vivo. 

Imaginé un suelo y coloqué mis pies sobre él, a continuación abandoné el océano de lágrimas en el que había pasado sumergido los últimos días. 

Contemplé el desastre en el que se había convertido mi vida. 

Salí de la habitación en busca de ella y la encontré en todas partes. No puedo acercarme. 

Veo el cielo y en él sus ojos. 

Escucho a las aves y en ellas su voz, 

también la melodía de aquella canción que me cantó. 

Sé que no leerás esto, 

eso hace mi soledad infinita porque sin importar la cantidad de palabras que escriba o de ojos que sobre ellas se posen, 

si los tuyos permanecen ciegos ante lo que quiero expresar, 

cada letra pierde tinta hasta desaparecer, 

dejando solo una hoja en blanco.

Nacido del vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora