Fragmentos del tejedor estelar

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— En ocasiones siento que las personas me usan para completarse a ellas mismas. Encuentran en mí una especie de inocencia casi extinta en el universo y la beben como si de alcohol se tratase, una vez embriagados se van y cuando se les ha pasado el efecto regresan por más. Todas las personas que me han querido y dejado siempre vuelven, pero mi inocencia ha ido desapareciendo con los años.

—Lo que acabas de decir me entristeció. Te entiendo, siento lo mismo —Respondió mi acompañante.

Nos encontrábamos sentados en el jardín de uno de mis mundos observando al tejedor estelar hacer su trabajo. Una a una las estrellas eran pintadas sobre el lienzo del cielo nocturno y este como una cobija nos protegía del frío, de ese frío que sientes cuando has estado mucho tiempo solo. Ver las estrellas siempre me hace comprender lo pequeño que soy y lo banal que son mis problemas; ante la inmensidad del infinito espacio cualquier dificultad por la que esté pasando se vuelve absurda. La existencia de este momento era solo un parpadeo en la vida de un universo olvidado; el que existía dentro de nosotros. Y la mirada de la mujer estaba perdida en un mundo lejano, uno de esos en los que ella suele esconderse porque sabe que nadie podrá encontrarla, pero allí estaba yo sintiéndome igual de perdido. Éramos dos náufragos en océanos distantes, divagando a orillas del vacío y anhelando ser salvados. Ambos destinados a morir en soledad pero no porque no hubiese nadie a nuestro lado, sino porque dentro de nosotros existía una galaxia repleta de estrellas que anhelaban ser visitadas, pero nadie que tomara el riesgo de acompañarnos a emprender el viaje.

Nacido del vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora