17.2 | Cagados de la vergüenza

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Mi peor pesadilla es quedarme calvo.

Mi segunda peor pesadilla es echarme un pedo delante de otras personas.

Actualmente una de esas dos se acaba de hacer realidad.

Y doy gracias al Cielo de que fue la segunda.

—Tranquilo, Jace, no juzgaremos a nadie aquí —Dijo Riele, con la nariz presionada contra una almohada—. El que esté libre de pedos que lance la primera piedra.

—O un pedo para que se una al grupo —añadió Sean.

—¡Tammy, ni se te ocurra twittear nada! —Brec chilló, señalando a la chica.

Ella arrojó el teléfono al mueble y levantó las manos como si hubiese sido rodeada por policías. No dijo nada, así que eso era lo que hacía.

—¿Qué está pasando? —habló Froy, que había puesto mala cara sosteniéndose el estómago—. ¿Por qué todos nos sentimos mal de repente?

Mi cabeza estaba maquinando a mil por minuto, uniendo los lazos e ignorando el inmenso dolor de estómago.

La sonrisa de _____ y Xander.

"Te vas a cagar de miedo."

El hecho de que _____ no deja pasar algo sin cobrar venganza...

Los vasos de jugo vacío tirados en el suelo alrededor nuestro...

—¿Estaba rico el jugo? —y su voz hablando tras de mí.

Di una vuelta, para encontrarla de pie en el arco que conduce a la cocina, con Xander tras ella. No sé decir si sonriendo o no, porque ambos tenían mascarillas de esas que usan los doctores. Pero sus malditos ojos color miel eran más maliciosos que el mismísimo Hitler.

O bueno, tanto no, porque Hitler metía a judíos en hornos. Pero más o menos, ustedes entienden.

—¡_____! —exclamó Brec—. ¡Necesito el baño, ahora! Algo nos cayó mal.

—¡También! —dijeron casi todos, con queja en la voz. Yo me quedé callado.

—Sí, bueno, ¿saben lo que yo necesito? —preguntó dando un par de pasos hacia nosotros—. Necesito amigos que no se crean el primer chisme mío que les llega a los oídos. Mucho menos que los inventen —observó a Tammy—. Y muchísimo menos que hagan conjeturas sin consultarme —y ahora a mí—. Y muchisisísimo menos que me hagan sentir como si fuese la escoria más grande del planeta, incluso cuando sé que no me lo merezco. Así que por eso les mezcle arsénico en el jugo, morirán ¡y los remplazaré con otros amigos! ¡¿No es eso genial?!

—¡¿QUÉ?! —gritaron todos.

Mentí: ¡si es tan mala como Hitler!

Todo se volvió un caos. Hubo chillidos, disculpas, sollozos e incluso Sean se arrodilló a sus pies rogando por su vida. Y lo peor de todo es que aún continuaban los pedos.

Jace, eres un idiota [Jace Norman y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora