10 | Tammy la boca abierta

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—No es lo que parece —dije rápidamente.

Lilimar se levantó de su asiento y salió de la cafetería a paso digno y rápido, sin mirar atrás ni responder a mis llamadas.

Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. MALDITA SEA.

Es que esto nada más que le pasa al Chapulín y a mí.

Ignorando a todos en el lugar, incluyendo a Froy y a Isabela —la cual venia directo en mi dirección—, me fui detrás de mi prima. No me importaba si después tendría que darles una larga explicación a todos (luego de matar a Tammy, claro), pero ahora lo único que ocupaba mi mente eran los ojos verdes de borrego apuñalado.

La última vez que Lilimar me había puesto esos ojos fue hace cuatro años, cuando descubrió que quemé su muñeca Barbie Bombera (edición limitada) en la freidora de la cocina. Yo quería ver si ese traje que tenía era verdaderamente a prueba de fuego, pero en esos tiempos era totalmente inocente al respecto de las mentiras que ponían en la caja. De igual manera Lilimar se molestó conmigo y no me habló durante dos semanas enteras... Y ahora esto es muchisisisisisísimo peor.

En el camino que llevaba a la salida del estudio no la vi. Empecé a creer que se había ido al set de Bella and the Bulldogs, pero justo en ese momento las puertas se abrieron y Lilimar dejó el estudio. Corrí tras ella, pero no me molesté en gritar su nombre porque sabía que no me haría el menor caso.

—¡NO CIERRES LA PUERTA, JULIO! —grité.

Gracias a Jesucristo el guardia de seguridad me escuchó y detuvo el cerrar de las rejas. Apresuré el paso y alcancé a Lilimar en el preciso instante en que se subía un taxi y escapaba de mis explicaciones doblando una esquina.

—Maldito Maduro —exclamé el núcleo de mi frustración en voz alta.

—¿Ha pasado algo con la señorita Hernández..., señorita Hernández?

—¿Qué si ha pasado algo, Julio? —suspiré—. Pues para resumirla, Lilimar está furiosa como una furia. Pero tranquilo, Julio, que no fue culpa tuya.

—Gracias a la Guadalupana —Julio hizo el crucifijo—. Por lo mal que se veía la señorita Hernández, no quiero ser ese con quien esté enojada, porque se ve que el pobre diablo va a quedar —y se cortó el cuello con su dedo (figurativamente hablando, #StopSuicide #Liveyourlifewithasmile).

Hice una mueca, sabiendo que tenía razón.

Me devolví a la cafetería porque comprendí que con seguirla ahora solo ganaría una taza de «No te hablo» bien fría. Al cambio, si regresaba podría efectuar mi plan B: Asesinar a la boca abierta de Tammy García.

En la cafetería, el grupito de cuchicheos que se había formado hace rato ahora se le habían sumado Brec y Harley. Avancé hacia allá dando grandes zancadas, decidida a llegar y sacar arrechamente a Tammy de ahí. No obstante, un cuerpo alto se interpuso en mi camino, impidiéndome el paso.

Jace, eres un idiota [Jace Norman y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora