1 | Una audición perdida

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—¡Mueve ese trasero, _____! —oí la voz de mi prima— ¡Ya es hora de despertar!

La madre que la parió.

Cogí la almohada que sostenía mi cabeza y me crubí con ella. No tenía nada de ganas de levantarme hoy, ayer me había quedado despierta hasta después de media noche, viendo una ronda de episodios de Drake y Josh. Eso sin decir que hoy era sábado. ¡¿Quién coño se levanta tan temprano los sábados?!

Esto no es de Dios.

—¡_____ del Mar Hérnandez Córdoba! —volvió a gritar— ¡Son las seis de la mañana! ¡TE DOY SÓLO UN MINUTO!

Saqué la almohada de mi cabeza y la alcé, viendo mi reloj en la mesita al lado de mi cama. Se me cayó la jeta al suelo, marica.

—¡¿Son las seis de la mañana?! —grité asombrada y giré mi cabeza a la puerta— ¡¿Tipo por qué me levantas un sábado a las seis de la mañana?!

La puerta se abrió y vi a mi prima, una linda venezolana de ojos verdes con el ceño fruncido y de brazos cruzados. Pasó su vista por mi habitación con una mueca (se me había olvidado  acomodar mi cuarto, ups) y luego sus ojos se encontraron con los míos. Negó con la cabeza y me arrojó el objeto que tenía más cerca: un cojín de mi sillón, que me pegó justo en la cabeza.

—¡Pero que peo contigo, Lili! —me quejé.

—Ya pasó un minuto —explicó, calmada—. ¿No te acuerdas que hoy son los castings para la nueva temporada de Bella y los Bulldogs?

Ahí mi cabeza medio adormilada conectó los cables y me llevé una mano a la frente.

Me cago en Maduro y su Constituyente.

—¡Los castings! —grité y me levanté de la cama de un sólo golpe.

—Si, nena, los castings —afirmó Lilimar, ayudando a levantarme del piso (pues me caí)— Ahora alístate, ve a bañarte, ponte algo lindo, maquíllate y sé linda como tu sexy prima, ¿eh? —ordenó, se dio la vuelta y se fue, pero antes de cerrar la puerta, volvió y me miró a los ojos—. _____... prométeme que no harás bromas o golpearás a mi productor si no entras, ¿okay?

Rodé los ojos y asentí sin cuidado.

—Y tampoco tienes permitido insultar en español, mucho menos en venezolano —añadió con una mueca de disgusto.

—Ah, no, eso no te lo prometo. Privar a una venezolana de insultar al mamaguevo de Maduro es como, no sé, quitarle una harina pan.

Lilimar rodó sus ojos. —Nosotras no necesitamos harina pan, tenemos la harina del mercado.

—Tú lo que eres es senda traicionera de la patria, que prefiere comer vainas gringas que lo hecho por nosotros, loca.

Soltó un suspiro. Lilimar era así; ella creció la mayor parte de su vida en gringolandia. Tanto, que se considera más una de ellos que de nuestro país. Yo no la juzgo, la verdad, a mí me va y me viene eso. Pero yo sí soy alta venezolana, diva y arrecha.

Jace, eres un idiota [Jace Norman y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora