8 | A Lilimar (no) le gusta Froy Gutiérrez

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—¡Xander! ¡Xander Norman! —el grito de Glory se escuchó desde la habitación de Jace.

—¿Qué quieres, mujer? —se oyó ahora al hermano mayor.

—¡¿TE COMISTE MIS FLIPS?! ¡PORQUE TE DIJE QUE NO LO HICIERAS!

—¿QUÉ? ¡PERO SI ESOS FLIPS ERAN MÍOS! ADEMÁS, ¡YO NO ME LOS COMÍ!

—¿AH, NO? ¿Y ENTONCES QUIÉN SINO TÚ?

Jace y yo, silbando inocentemente, escondimos el bol de flips vacío debajo de su cama. Rápidamente nos limpiamos los restos del cereal de las manos y bocas.

—Bueno —me levanté sacudiendo el jean de Jace (la ropa de Glory no me quedó, por lo que me tuve que vestir de mi amigo flacucho)—, yo mejor me voy.

—Si, antes de que se den cuenta —coincidió con una mueca, mientras me seguía hasta la puerta—. ¿Quieres que te lleve? Ya es de noche.

—No te preocupes, sé el camino a casa —alagué, haciéndole rodar los ojos—. Te devolveré tu ropa mañana o...

—Quédatela si quieres —interrumpió—. Se te ve mejor a ti que a mí.

Aquello me sacó una carcajada. Él me acompañó hasta la puerta de entrada e ignoramos a Xander y Glory, que peleaban culpándose unos a los otros por los flips. Si tan sólo supieran...

—Bueno, si lo dice la diva Jace...

—Por supuesto, dulzura —Jace se llevó una mano a la cintura, afeminadamente—. Diva se nace, no se hace —y guiñó un ojo.

—¿Sabes que cuando haces eso, en vez de guiñar uno, guiñas los dos? —pregunté. La cara de Rubiesito se transformó en una pokerface.

—Pues... —pareció estar buscando respuestas— lo hago intencional.

—Claro, intencional —como despedida, chocamos los puños—. Nos vemos el lunes, Norman.

—Nos vemos el lunes, Hernández.

Tomé mi bicicleta y pedaleé hasta casa. Por suerte no me violó ningún violador del bosque, ni me secuestró ningún secuestrador de la playa, ni me asesinó ningún asesinador de las montañas. Volví a mi casita sana y salva.

Claro, eso fue antes de que viese la hora en mi reloj. Nueve y media.

"Iré a la casa de Jace. Volveré a eso de las seis."

Tres. Horas. De. Retraso.

Oh, fuck.

Procuré no hacer tanto ruido al entrar. Las luces estaban apagadas y aproveché eso para caminar de puntillas hasta la escalera, haciendo movimientos de la ninja que soy. Por suerte me sabia el camino de memoria y no me costó mucho encontrar la escalera en medio de la penumbra. Un escalón, luego otro, y otro. El cuarto sonó. Contuve la respiración unos segundos, agudizando el oído por si escuchaba el chasqueo de la lengua que hacía la abuela cada vez que se decepcionaba o estaba molesta. Como no escuché nada seguí, ahora con mas cuidado en donde pisaba.

Jace, eres un idiota [Jace Norman y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora