Pack

3.1K 415 56
                                    

Las manadas de lobos se caracterizaban por trabajar unidas, cinco lobos siguiendo al alfa que es el primero en atacar, el que tiene que llevar la carga de preparar el ataque para sus demás miembros.

Cuando Park Jimin tuvo su primer caza, sus patas dolían y la respiración entraba de manera rápida por su hocico. Un pequeño cachorro de pelaje negro era todo lo que era en aquel entonces. Muy diferente a su madre, una loba enorme de pelaje oscuro como las profundidades de un abismo, con una cicatriz en el rostro, esa alfa, era la futura líder de su clan y siempre demostraba que estaba al nivel para ello.

—Rápido — escuchó en un gruñido. Para cualquier otra persona sólo sonaría como un gruñido normal pero para él era una señal clara. Su madre estaba enojada con él.— Tienes que seguir a tu manada o puedes morir.

Jimin bajó la cabeza, sus orejas cayendo en decepción.

—Lo intento.

—No lo suficiente. Pudiste haber muerto varias veces. Recuerda, entre los lobos mantenerse unidos es la mejor manera de sobrevivir.

Cuando abrió los ojos estaba sudando pero, por alguna razón, su corazón estaba latiendo tranquilo. Suspiró hondo, llevando una mano a su cabello negro al tratar de mentalizarse de que todo había sido un sueño. Un recuerdo en un sueño.

Las náuseas en su estómago lo detuvieron de darle más vueltas al asunto, de recordar los profundos ojos azules de su madre sobre él. Esa maldita siempre está jugando a ser superior.

Se puso de pie analizando a donde estaba Hoseok acostado y vio que el futón estaba vacío. Frunció el ceño preocupado, Kota y Sora estaban dormidos uno al lado del otro, sus cabellos desordenados y bocas abiertas. Hoseok usualmente no se levantaba tarde.

—Mierda — susurró, llevando una mano a su vientre.

Un bebé.

Realmente estaba embarazado. Una vida aparte de la suya que se nutría y crecía de él y la unión del hombre que tanto daño le hizo. Decir que odiaba esa situación era poco. No quería eso, realmente no lo quería, o al menos, una parte de él no lo quería. Pero otra parte, una mucho más grande y profunda le hacía acariciar la pequeña grieta que había ignorado tanto. Que se sentía cálida al toque. Hobi le había dicho que había ciertas hierbas que los lobos usaban para auto producierse un aborto.

Lo pensó mucho, pensó bastante en qué debería de hacer, o más bien, qué quería hacer, y siempre llegaba al mismo punto: Lo quería tener. Si era algo, era todo lo positivo que había sacado de ese agujero de mierda.

Salió de la habitación en donde dormía con Jin y Hobi, corriendo la puerta con lentitud y con el mayor silencio que pudo. Sus medias resbalaban en el piso de madera cada que daba un paso.

El viento era fuerte, daba un cierto aire de polvo que se te pegaba al cuerpo y te rasgaba los labios por la resequedad. Eso era lo más común en esa manada. El fuerte viento. Pero tal vez si no hubiese sido por ello no hubiese escuchado esa pequeña y ahogada risa en el pasillo en el que iba a doblar.

—Entonces comenzamos a manipularlos — esa voz, era la del hombre moreno que Nam había mencionado como el consejero nuevo, el que lo quiso matar aquella vez.— Jungkook fue fácil, desde pequeño el viejo se encargó de joderle el cerebro.

Sintió más náuseas y escuchó un fuerte golpe en el piso. Su cabello se erizó, su se llegan a dar cuenta de que estaba ahí... lo matarían.

—Pero Taehyung... ohh, ese hijo de puta — un sonido de asco y la risa del hombre líder de ese clan.

Dio un paso adelante, cuidando que el piso de madera bajo sus pies no crujiera más de la cuenta. Las voces venían de uno de los cuartos del fondo, las sombras pintadas en las puertas corredizas le permitieron notar tres personas. Dos con formas raras.

Home [Vhope]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora