No baby

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—Te pareces mucho a tu papá — Jimin asintió.

La sábana cubriendo sus hombros dándole un poco de calidez en esa noche tan fría y el rubio a su lado mirando la luna. Las personas, en su mayoría, estaban alrededor de ellos en la montaña, esperando a que el reloj marcara las doce. Podía incluso ver algunos en su forma de lobo, listos para aullar.

—Todo el mundo me lo dice. Los Park tenemos genes fuertes — Jungkook torció la boca.

—Pero Juwon se parecerá a mi — Jimin estuvo a punto de rodar los ojos cuando la mano del rubio se posó encima de la suya, en su vientre, él no lo vio a los ojos, pero pudo notar el pequeño temblar de la mano antes de comenzar a acariciar.— ¿Verdad, mocoso?

—Sigue soñando — ambos estuvieron peleando por un rato entre pequeños chistes y miradas furtivas.

—Estuve en las peleas clandestinas y compré esto — apenas le dio tiempo de tomarlo entre las manos.

Cuando lo analizo, un fuerte sentimiento cálido inundó su pecho y buscó los ojos de Jungkook, pero este estaba más interesado en ver la luna y tratar de actuar como si no estuviera nervioso que en ver su reacción. Dentro de la caja había un lindo pañuelo de color azul con el nombre de Juwon grabado, un kimono diminuto de color blanco y un par de pequeños guantes del mismo color. La tela era suave, resbalaba de sus dedos cuando lo quiso levantar.

Era hermoso, todo era hermoso. Imágenes de su bebé vistiéndolo lo llenaron. Nunca pensó que llegaría a sentir esa felicidad sólo de pensar en un bebé regordete de cabello negro y los ojos negros de Jungkook bucearon hacia él.

—Mierda, no te gustó — alzó la mirada confundido.

Jungkook parecía enojado consigo mismo mientras trataba de acercarse a él. Jimin notó ahí las lágrimas que habían resbalado por sus mejillas, maldijo por lo bajo y lo besó tomándolo del cuello. El rubio quedó de piedra antes de corresponder al lento beso, uno dulce que unió sus lenguas y le permitió posar sus manos alrededor de la cintura del azabache.

Cuando se separaron, los ojos azules lo veían con un intenso brillo.— No creas que eso es un perdón, sólo me dieron ganas de besarte.

Rio, Jimin nunca cambiaría.— Tan terco como siempre.

—Tan animal como siempre.

*

En la puerta del clan Kim se encontraba la figura de un chico de cabello naranja, llevaba un martillo lleno de sangre en la mano y tres clavos repletos de energía maldita. La sangre salía de las heridas de su cuerpo y el kimono blanco estaba manchado en casi su totalidad por las mismas. Lo último que vio fueron los soldados corriendo a ayudarlo.

Necesitaba llegar donde Jung Hoseok o moriría.

*

Yoongi era un brujo, uno de los más poderosos en su tribu y uno que había quedado totalmente solo en el mundo la noche que esas maldiciones llegaron y asesinaron a todos. Lo recordaba, la sangre bajando por las bocas de esos demonios cuando se comían a su familia y los gritos desgarradores de su madre diciéndole que corriera... y lo hizo.

De la manera más rápida que pudo, le clavó un clavo a una de las maldiciones matándola y liberando a su madre antes de correr al bosque. Lloró como nunca lo había hecho, las ganas de devolverse en sus pasos y morir con su familia latentes en su pecho, pero su madre nunca se lo perdonaría. Siempre le había dicho que su terquedad será su fin, sin embargo, en este caso cuando guió el clavo más fuerte de su arsenal a la cabeza de la maldición que parecía líder, la visión de un muchacho de cabello blanco lleno de sangre con dos niños aferrada a su pecho, llegó a su mente.

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