La llegada al templo de fuego

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Eris y Mizuni seguían sin palabras al escuchar la noticia de su maestro, algo no estaba bien con todo eso y nada de lo que dijeran le quitaba a Eris la sensación que tenía, pero no era el momento de discutir. Ambas habían entrenado arduamente y lograr salir de la academia las alejaba de todo peligro, o eso pensaba ella. Quería poner a Mizuni a salvo, pero su graduación repentina no dejaba de hacerle pensar que algo tenía que ver su aventura en la biblioteca, sin embargo, se quedó en silencio para no agregar un conflicto a la situación. Sho continuó hablando alegremente, se notaba feliz por ellas dos.

—Ambas están listas y empezaran desde hoy en las profesiones para las que fueron asignadas— Sho se acercó hasta ellas dedicándoles una sonrisa como si fuese un padre orgullo de sus hijos. —Ambas serán enviadas a un templo, han demostrado que tienen lo que se necesita para cumplir misiones externas, me hubiese gustado que las asignaran a la academia, pero no es algo que yo pueda decidir— Sho les dio un abrazo sorprendiéndolas.

Eris sintió el calor de ese abrazó y su mente se tranquilizó, por un instante todos los problemas que no la habían dejado dormir desaparecieron. Pero la felicidad no le duro mucho, había caído en cuenta de un detalle que ambas estaban pasando por alto, había dos maestros en la sala, ¿significaba que las iban a separar? Eris se separó de Sho y antes de poder hablar él la interrumpió.

—Es momento de que sirvan a su divinidad Satoga como yo lo he hecho y como lo han hecho muchos antes que ustedes— Sho se limpió una lágrima que se escapaba de uno de sus ojos y pronunció las palabras que Eris más temía —Mizuni, de ahora en adelante serás cazadora e iras con la maestra Tiferet, Eris tu irás con el maestro Jyuti y serás de ahora en adelante exterminadora—. Sho le colocó la mano en la cabeza a ambas, ninguna había pronunciado palabra hasta ahora —Estoy orgulloso de ustedes y sé que podrán lograr grandes cosas.

Eris se sentía mal, quería preguntarle ¿Por qué la separaban de Mizuni?, pero no encontraba el momento adecuado, su maestro estaba abriendo su corazón hacia ellas y para él era un momento muy emotivo, mientras en su cabeza empezaban a formularse millones de preguntas cada vez más complicadas.

—Gracias maestro, para mí fue un honor aprender a su lado— la voz amable de Mizuni sacó a Eris de sus pensamientos, Mizuni había asumido la graduación con más tranquilidad que ella, ¿no estaba pensando en lo que habían visto en la biblioteca? Quería un tiempo a solas con su amiga, tiempo para asimilar las cosas que pasaban tan rápido como una gota de agua cayendo del cielo, quería asimilar que se iba a separar de ella, pero no sabía cómo pedirlo.

—¿Hay algo que te angustia Eris? — a pesar de haberse esforzado por que no lo notaran Sho tenía la capacidad de entenderla como lo hacía Mizuni, ella solo asintió un poco viendo de reojo a los maestros, no quería verse débil frente a ellos. Sho entendió la situación se levantó y con una sonrisa amable les hablo con tranquilidad —¿podrían buscar las cosas de ellas mientras yo me despido?

Jyuti parecía molesto con aquella petición, pero Tiferet le colocó la mano sobre el hombro para calmarlo y solo asintió, ambos salieron de la habitación y en cuanto estuvieron a solas Eris dejó correr una lágrima.

—No quiero separarme de mi única amiga maestro— Sho le acaricio la cabeza, entendía como se sentía y quería calmarla de alguna forma

—Es normal tener que separarse Eris, no vas a estar sola, a donde vayas tendrás compañeros para ayudarte, podrás ver a Mizuni en la academia o en las misiones—. sus palabras no parecían calmarla, aunque existía esa posibilidad aún había mucho de por medio que superar, pasar las noches a solas con desconocidos que probablemente no la aceptarían al ser una daimon ingresada a destiempo, y tener que lidiar con las pesadillas en un lugar diferente, no estaba preparada para todo eso.

El legado de Satoga: La maldición del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora