Eris

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Tesile esperaba pacientemente en la habitación a que su maestro le consiguiera el permiso para hablar con Eris, trataba de mantenerse en calma, aunque le costaba al ver el estado de salud de Xotzal. Caminaba de un lado a otro por la habitación y se detuvo a un lado de la cama de Yukami, observó la puerta y luego de nuevo a su amigo. Lentamente acercó su mano hasta la de él, esperando su reacción y que la detuviera como siempre hacía, sin embargo, esta vez no hubo respuesta. Yukami no hizo ni un solo movimiento, Tesile sintió un vació en el estómago, le alegraba poder tomar la mano de su amigo, pero sabía que eso significaba que no estaba consciente de lo que ocurría.

Su piel fría se sentía de alguna forma extraña, no era un frio como el que tenía Xotzal, no, era un frio natural, característico de su raza, lo que le brindaba mayor resistencia en el reino de Koh, el reino de hielo, pero le daba desventaja contra el calor. Tesile siempre había admirado a Yukami, escuchaba sus hazañas de boca de Haiyuu que hablaba de él con un orgullo que Tesile sentía la cercanía entre ambos.

Tesile escuchó la puerta abrirse y al ver entrar a Kin arrugó un poco el entrecejo, Taro entró con ella. Kin tenía la mirada clavada en el piso y el cuerpo le temblaba, al levantar la vista empalideció al ver a Xotzal y Yukami en la condición que estaban, Tesile se acercó hasta ellos, no entendía porque ella estaba allí.

—Kin vino con mi permiso, gracias a ella Kenji se enteró de lo ocurrido en Kato. —Tesile examinó a Kin con la mirada y se dio cuenta de que tenía las mejillas sonrojadas. —fue muy ingenioso utilizar los métodos no tradicionales. —Tesile se cruzó de brazos intentando entender, Kin volteó hacia Taro que solo asintió.

—Yukami me envió una carta, con un mensaje oculto para pedir ayuda. Supongo que algo sospechaba y por eso uso un método tan rebuscado. —La mirada que Kin le dedico a Yukami le rompió el corazón a Tesile, entendía el sentimiento de ver a una persona tan importante en un estado tan crítico, al menos ella tenía respuestas, muy poco alentadoras, pero eran respuestas. Kin por su parte estaba a la deriva sin saber que le pasaba a Yukami.

—Quédate aquí, Tesile ven conmigo, te autorizaron lo que me solicitaste.

Tesile sintió la sangre calentársele, el corazón se le aceleró al pensar que vería a Eris después de lo ocurrido. Siguió a Taro por los pasillos de la academia calmando su mente para su encuentro. Ella hizo uso de todo su entrenamiento para mantener la calma al llegar al área donde mantenían apresados a todos los sospechosos. Taro la llevó hasta un área más alejada en el que ella jamás había estado, y lo agradecía, no era un área muy agradable.

Los rumores decían que en esas celdas hacían los interrogatorios y los que habían estado allí aseguraban que los lamentos de dolor se podían escuchar haciendo eco por todas las paredes. Era bien sabido que los daimones tenían métodos muy crueles para obtener lo que querían y que sus prisioneros no aguantaban mucho. Taro siguió cruzando los pasillos hacía un área más profunda y obscura, el ambiente se había vuelto tenso y a Tesile le daba un mal presentimiento estar allí.

Mientras más se acercaban la energía que sentía era más agobiante. Taro se detuvo frente a unas celdas que a Tesile le parecieron muy extrañas, no tenían barrotes de hierro, parecían celdas al aire libre, pero la verdad era que estaban rodeada por una energía muy pesada y algunas raíces de un árbol que no se podía ver. De las seis celdas que había allí solo la de los extremos estaba habilitada.

A Tesile le dio curiosidad ver quien estaba en la segunda celda, pero Taro no se lo permitió y la llevo frente a Eris. Ella tenía los ojos cerrados, tenía las piernas dobladas contra el piso, sentada sobre sus rodillas con las manos atadas en la espalda. Debajo de ella había un charco de sangre causado por las escarpias de metal que habían colocado en sus piernas para mantenerla atada al piso.

El legado de Satoga: La maldición del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora