Exterminadores

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Eris seguía estupefacta, las palabras seguían sin salir de su boca, el contacto con aquellas delgadas manos con las que tanto había soñado la dejaron muy nerviosa, era incapaz de apartar la vista de los hipnotizadores ojos verde que había buscado desde que llegó a la academia. Quería guardar en su mente cada detalle del hombre de sus sueños, desde sus delgados y carnosos labios, pasando por su sedoso, castaño y largo cabello que se acomodaba a la perfección en la cola de caballo que llevaba, dejando escapar algunos mechones que enmarcaban su rostro e iluminaban su dulce sonrisa. Su deleite fue interrumpido abruptamente por Jyuti.

—Según el informe de Sho, Eris tiene amnesia—. Eris se giró de inmediato hacia Jyuti soltando a Xotzal, preocupada por la información que iba a decir, no quería que Xotzal supiera lo del brazalete y pensará que de verdad era una criminal. —Es algo que deben tener en consideración Yukami — Jyuti se levantó de su asiento y le dedico a Eris una mirada severa, —iré a mi habitación. Xotzal lleva mi comida allí— sin esperar respuesta Jyuti se retiró al mismo tiempo que Yukami y Xotzal le hacían una reverencia.

Xotzal salió de la sala y por alguna razón Eris sintió un vació en su estómago, por su parte Yukami le hizo señas de que lo siguiera, aunque quería ir con Xotzal no quería ganarse un regaño en vano, después de todo ahora vivirían bajo el mismo techo y el temor de volver a separarse se había disipado por completo.

Yukami le mostró el templo a Eris, era pequeño y era más fácil ubicarse a diferencia de la academia, Yukami solo hablaba lo justo y necesario, lo que incomodaba un poco a Eris que tenía millones de preguntas en su mente. En cuanto le dio las normas ella quiso debatir algunas, pero entre el silencio de Yukami y la posibilidad de que la enviasen con Jyuti, desistió rápidamente de esa idea. Además de las normas Yukami le entregó el horario de las asignaciones de limpieza, comida y aseo, eso le daba a entender porque el lugar estaba tan limpio. Ella pudo notar que Jyuti no hacia ninguna de las tareas y muy por el contrario todo tenían que hacerlo ellos.

Al finalizar el recorrido regresaron a la sala donde ahora se encontraba Xotzal con una taza de té en una mano y en la otra un gran libro que no tenía ningún título para identificarlo, en cuanto ellos entraron a la habitación él lo cerro con cuidado y lo colocó en la mesa ocupando su atención nada más en su taza y viéndolos de reojo.

Eris se sentó cerca de él junto con Yukami que solo intercambio unas miradas silenciosas con Xotzal, Eris no podía quitar la mirada de él, tenía miedo de que aquello solo fuese un sueño como todos los que había tenido en la academia deseando volver a verlo, temía que en cualquier momento la niña que la atormentaba la despertara. Ella detallaba cada facción de él, su contextura, su altura, quería saberlo todo, la alegría que sentía al verlo no podía compararlo con nada. Xotzal colocó su taza en la mesa y su dulce voz interrumpió los pensamientos de Eris.

—Como ya conoces el lugar, pasaremos de una vez a enseñarte las armas que usamos los exterminadores para que puedas reconocerlas. — al recordar todas las armas que Jyuti le había mostrado y que había dejado en su cama se agobió, siempre había algo que debía aprender y en la academia se le había hecho más sencillo por la presencia de Mizuni que evitaba que se desconcentrara, pero ahora tenía una distracción mayor frente a ella.

—Mañana empezaremos el entrenamiento.

Yukami solo interrumpía la explicación de Xotzal cuando necesitaba aclararle un punto a Eris, lo que no era muy común ya que las explicaciones de Xotzal eran sencillas y se preocupaba por que ella pudiese entenderlo bien; Eris, por su parte, le costaba concentrarse cada vez que lo veía a los ojos por lo que optó por fijar la mirada en las armas que una a una Xotzal fue sacando de su uniforme, eso fue algo que la sorprendió, no pensó que cargaran las armas consigo si no era necesario, sin embargo, ellos le habían aclarado que siempre estaban preparados para salir, sin importar si los llamaban o no.

El legado de Satoga: La maldición del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora