Supervivencia

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Actualidad, unas horas después de la caída de la torre.

Yukami había logrado evitar el golpe contra las rocas usando su energía, aunque el oleaje era implacable, podía contenerlo para llegar a Kin que ya para ese momento estaba inconsciente por la caída, temiendo que ella se hubiese golpeado la cabeza, Yukami usó su energía y la fuerza de las olas para sujetarla y protegerla. La corriente los llevó hasta mar abierto donde estaba todo en calma, sin soltar a Kin y cuando ya estaban lejos de las corrientes, Yukami nadó hacia la orilla llevándola inconsciente entre sus brazos.

Ya en la orilla la sacó del agua cargada, la acostó en el suelo y sin perder tiempo reviso su herida, había perdido mucha sangre, el hombro era el menor de sus problemas, le preocupaba más la herida de su abdomen. Con el conocimiento básico de medicina que le habían enseñado en la academia se aseguró de que ella no tuviese ningún órgano importante comprometido, al darse cuenta que ella había logrado evitar un golpe mortal relajó los hombros y suspiró agradecido. Ahora debía preocuparse por hacerla reaccionar. Colocó su mano en el pecho de Kin y cerró los ojos sacándole lentamente el agua por la boca al moverla con su energía. Al haber terminado palmeó la cara de Kin que seguía sin reaccionar.

—Vamos, Kini, no me hagas esto.

Él seguía insistiendo en despertarla, el corazón se le empezó a acelerar al pensar en la peor de todas las posibilidades, sin embargo, el miedo se le esfumó rápido al verla abrir los ojos, estaba un poco desorientada, al intentar levantarse sintió el dolor en su abdomen y hombro por lo que desistió de hacerlo, fijó su mirada en Yukami analizando lo que había ocurrido, al recordar los sucesos de la torre se molestó, le agarró el cabello que caía por sus hombros y lo jaló hacia ella.

—¡Yukami! ¡te dije que me soltaras! Ahora tu maestro se va a enterar de lo que hiciste y te va a castigar—. La molestia de Kin se disipó al ver a Yukami sonriendo de felicidad por verla a salvo, ella se sonrojó y se quedó en silencio por unos segundos, luego le acaricio la cara con su mano libre sin soltarle el cabello—. Eres un tonto, ¿sabías?, dime ¿estabas preocupado por mí?

Yukami la abrazó y se recostó de su pecho para asegurarse que todo era real, que ella de verdad estaba a salvo, veía su herida y entendía que ella estaba conteniendo la sangre para que no saliera, ella le acarició el cabello jugueteando con ellos a pesar de la humedad. Kin sabía que Yukami no daba muestras de afecto, mientras más crecía estas se hacían más escasas y por eso disfrutaba las pocas que recibía. Entendía que se debía a su fuerte educación como daimon y, aunque, apreciaba que solo las tuviese con ella, deseaba recuperar al Yukami que una vez había conocido, odiaba el hecho de que sus maestros habían logrado subyugar sus sentimientos y emociones.

—Yumi, dejaste escapar un objetivo por salvarme—. La voz de Kin empezó a entrecortarse —si tu maestro se entera... —ella no quiso terminar la frase, imaginaba los castigos que un daimon como Jyuti era capaz de propiciar por una misión incumplida y por un exterminador dejándose guiar por sentimientos.

—Hice lo correcto—. Yukami se separó de ella y buscó entre sus bolsillos su kit de primeros auxilios para colocar un vendaje y medicación a la herida de Kin para que aguantara hasta que recibiera la atención adecuada. —No me arrepiento, no quería pensar en la posibilidad de perderte sin yo haber siquiera intentado salvarte.

Kin dejó que Yukami atendiera su herida, le dolía, pero ya estaba acostumbrada, esa era la vida de un daimon. Mientras él la atendía ella pasaba sus manos por los cabellos de Yukami, de alguna forma le gustaba hacerlo, porque era la forma en la que su mamá la reconfortaba de pequeña, él lo sabía, por eso le permitía que lo hiciera, después de todo eran muy raras las veces en las que él lo hacía con el de ella. Llena de preocupación Kin se aclaró la garganta y volteo a ver a Yukami.

El legado de Satoga: La maldición del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora