Rastreadores

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Eris, Yukami y Xotzal llegaron al punto de encuentro acordado, el lugar era un hermoso bosque frondoso de árboles tan altos que cubrían la visión del cielo despejado y evitaba que el calor se colara entre sus hojas, dejando un ambiente fresco, las raíces eran tan prominentes que debían caminar con cuidado para no tropezar, aunque era imposible no ver como sobresalían de la tierra húmeda, antes de entrar en las profundidades del bosque Eris notó que había una montaña cercana que estaba rodeada con algo de neblina que le daba al ambiente un poco de misterio que inquietaba a Eris, mientras más se acercaban a ella el ambiente se hacía más frio y silencioso, el canto de las aves se iba apagando como si la niebla consumiese todo ruido y solo dejara el paso del viento susurrando con cada paso que ellos daban.

Yukami y Xotzal caminaban en silencio delante de Eris, sin tropezar con las ramas y como si conocieran el camino, iban en total silencio y mostraban un aura de cautela, Eris sentía que algo ocurría con ellos que no le querían decir, pero no quería preguntar por miedo a incomodar o a tocar temas sensibles en una situación semejante, de repente Eris sintió la presencia de una persona detrás de ellos por lo que se volteó de inmediato, pero no había nadie, la sensación era igual que cuando sentía a la niña de sus pesadillas en las prácticas con su maestro Sho, por lo que no pudo evitar sentirse más inquieta que nunca buscando entre los troncos de los árboles el origen de esa presencia.

De la parte superior de un árbol saltaron a su encuentro dos personas, ambos con uniforme daimon como el de ellos, pero de color verde obscuro, casi podían mezclarse con el color de las enormes hojas que tenían aquellos árboles. Las dos personas los veían fijamente y Eris los destalló buscando señales hostiles, uno de ellos era una joven de largo cabello marrón atado en una cola de caballo que caía con delicadeza hasta sus hombros, sus ojos verde obscuro tenían una mirada penetrante, cuando bajó a su encuentro Eris se dio cuenta que la joven era más bajita que ella, pero su presencia era más fuerte, su mirada parecía detectar cada detalle a su alrededor, a Eris le extrañó que al pisar las hojas secas bajo sus pies estos no hacían ningún tipo de sonido, llevaba los brazos cruzados mientras los veía despectivamente, su acompañante por su parte parecía más agradable llevaba un semblante más tranquilo y una mirada más relajada, a pesar que sus pisadas tampoco provocaban ningún tipo de sonido al caminar. Este tenía los ojos azules, que hacían juego con su cabello rojo intenso que le llegaba a los hombros amarrado en una semi cola de caballo, algunos mechones caían de forma juguetona sobre su frente dándole un semblante más cautivador, él fue quien se acercó a hablarles y Eris se dio cuenta que era más alto que todos ellos incluso que Yukami, estaba tan lleno de seguridad que al hablar ellos pudieron notar su tono de voz calmado y juguetón.

—Exterminadores—. El joven los vio a los tres de arriba abajo sin disimular ni un poco, luego fijó su vista en Eris que se sintió incomoda de inmediato —veo que tienen una nueva adquisición— Eris se sintió algo ofendida sobre todo por el tono burlesco que había usado cuando se refirió a ella, no pudo evitar fruncir el ceño y cruzar los brazos molesta.

—Mi nombre es Eris, no "nueva adquisición—El joven se rio un poco burlonamente y la ignoró cambiando su mirada hacia Yukami

—En fin, mientras más rápido empecemos más rápido terminamos, hay un objeto que debemos recuperar, pero como ya deben saberlo nos conseguimos con un inconveniente, esa es la razón por la que lastimosamente ustedes están aquí, esperemos que hagan su trabajo para nosotros poder hacer el nuestro.

—Veo que una de las características de los rastreadores es su mala educación— Eris lo interrumpió, hablaba con un tono de voz molesto, el joven volteo a verla sin cambiar la expresión de su rostro —yo les dije mi nombre, si vamos a trabajar juntos deberíamos saber nuestros nombres, no me gusta que me llamen de forma despectiva y si lo van a hacer yo empezare a hacer lo mismo— el joven cambio su mirada casi burlándose de ella, se dibujó una medio sonrisa en su rostro y dio unos pasos para estar cerca de ella.

El legado de Satoga: La maldición del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora