Recuerdos perdidos

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Eris ya llevaba una semana en los entrenamientos junto a Mizuni bajo la supervisión del maestro Sho y aunque notaba mejoría siempre que lograba avanzar se detenía al ver a la niña en sus pensamientos, no quería que su maestro pensará que estaba loca ni ser la causa por la que detenían las practicas. Así que ese día al terminar de comer después de sus ejercicios Eris le pidió a Mizuni que la acompañara a ver a Kana. A pesar de no entender su decisión, Mizuni la apoyó. Eris había pasado toda la noche pensando en verla, sentía vergüenza porque aún no se había disculpado, pero necesitaba hablar con ella para sentirse mejor, necesitaba contarle todo lo que le había pasado.

Aunque tuvieron que esperar un poco a Eris no le importó, sin embargo, la espera la puso ansiosa, quería huir de allí, pero en su mente podía más la idea de hablar con Kana. En cuanto les dijeron que podían pasar Eris sintió un nudo en la garganta, le pidió a Mizuni que la esperara fuera y caminó con duda en sus pasos al seguir al médico que la llevó hasta la oficina del fondo donde estaba Kana revisando algunos papeles.

Eris se sentó en una de las sillas que estaba frente al escritorio de Kana, y al escuchar que cerraban la puerta los nervios se apoderaron de ella. Kana no levantó la vista de los documentos, verla tan seria ponía aún más nerviosa a Eris, no sabía si interrumpirla o esperar a que ella hablara primero, la última vez que se habían visto ella había sido muy formal y entendía muy bien sus razones. Eris se armó de valor y abrió la boca para hablar, pero se arrepintió de inmediato y desistió de la idea, al sentirla dubitativa, Kana bajó los papeles cerrando la carpeta, cruzó los dedos y la vio con las pupilas fijas en ella.

—Te ves agotada Eris, ¿no estas descansando bien? — Eris bajó la cabeza, Kana se había dado cuenta de inmediato de lo que le pasaba.

—Veo a la niña en mis sueños y en mis entrenamientos, me quiere hacer daño. — Kana iba a contestar, pero Eris la interrumpió de inmediato — Se siente real, puedo sentir como me toca incluso cuando duermo, sus manos en mi cuello, me asustan — Eris sonó realmente dolida y con unos ojos llenos de lágrimas levantó la vista hacia Kana —¿Puedes ayudarme?

—Ni siquiera los daimones médicos podemos hacer milagros Eris—. Ella sintió un vuelco en el estómago al escucharla responder con un tono de condescendencia, —no puedo borrar algo que está en tu mente— Eris se quedó en silencio limpiándose las lágrimas, Kana suspiró y buscó algo en una gaveta, colocó sobre la mesa un envase lleno de pastillas. —Ten, esto te ayudara a descansar, lo usamos con los niños que llegan con traumas tan grandes que no pueden dormir por las pesadillas —Eris levantó la mirada con esperanza —solo recuerda que mientras más entrenes menos efectividad tendrán, lo mejor es aprender a silenciar esos pensamientos usando tu energía.— Kana le acarició la mano y Eris se extrañó un poco, pero entendió que intentaba hacerla sentir mejor —yo sé que podrás controlarlo— Kana le sonrió apartó su mano y sacó su libreta para anotar. Ambas se quedaron en silencio por largo rato.

—Gracias —Eris se levantó, Kana le sonrió y continuo con lo suyo, sin embargo, Eris no se movió del lugar, lo que confundió a Kana, antes de poder hablar Eris tomó aire, apretó el envase de pastillas e hizo una reverencia —lo lamento mucho, sé que fui grosera y sumamente insensible cuando trataste de ayudarme, no tengo excusas para mi comportamiento, lamento de verdad todo el trato que te di desde que llegue— El silencio preocupo a Eris, pero al levantar la vista y ver a Kana sonreírle con amabilidad le dio una sensación de paz que no podía describir.

—Te agradezco las disculpas— Eris asintió y sonrió un poco, sentía que se había quitado un peso de encima, se acercó a la puerta y antes de abrir se detuvo de inmediato, al darse cuenta Kana se detuvo y la vio curiosa —¿hay algo más con lo que necesites ayuda?

—¿Hay alguna forma de ver al maestro que me llevo a juicio? Hay algo que necesito contarle, creo que recordé algo importante.

Kana asintió y aunque estaba sorprendida la ayudó haciéndole un mapa que podía seguir desde la enfermería hasta la zona donde se encontraba Wataru. Pensar en ir voluntariamente hacía él aterraba a Eris, pero tenía que hacer todo lo posible por limpiar su nombre, no quería mantener el brazalete en su brazo por mucho tiempo. Después de agradecerle a Kana salió de la habitación y al ver a Mizuni esperándola se replanteo de nuevo el visitar a Wataru. Guardo el mapa y se acercó a Mizuni.

El legado de Satoga: La maldición del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora