CHAPTER 07.

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Wang YiBo y Xiao Zhan siempre fueron una buena pareja; eran prácticamente la más perfecta que pudiera existir en toda la Universidad. Ellos lo sabían, e incrementaban su buena relación incluso si ya lo tenían más que hecho.

¿Cómo habían llegado entonces al punto en que ni siquiera querían verse? Wang YiBo se maldecía a sí mismo, porque, después de todo, al final de las cosas, había sido su completa culpa. ¿Cómo fue que se dejó inducir por alguien más? No tiene ni la más recóndita de por qué su confíanza se disipó para con ellos.

Mentiría si dijera que el cariño que persistía tanto en su inquieto lobo como en él mismo no sigue intacto. Sin embargo, simplemente era que todavía no sabía que hacer; el asunto personal que atravesaban a parte del bucle aún era algo del que no podía ejercer una buena seguridad.

Mientras Wang YiBo corría entre las calles a todo lo que sus piernas daban, buscando la manera de poder llegar aún más rápido a la comisaría, su mente era inundada por todos esos pensamientos de los más malditos conflictos que tenía a su frente.

Aquel sitio estaba al otro lado de la ciudad. No tenía dinero, y tener que subirse incluso a un camión le causaba tanto miedo. Ya era muy tarde, casi no había personas al rededor y tampoco existían demasiados establecimientos abiertos en el cuál pudiera pedir apoyo.

No obstante, cuándo tuvo una breve pausa en sus ímpetuosos pasos, visualizó del otro de la acera a dónde estaba la luz peculiar que marcaba la atención de algo; una farmacia. Fue ahí donde vió rápidamente su reloj, casi estaban por dar las once.

Recapacitó; dormir era evidentemente la manera más rápida para volver. Su única dudosidad era que ellos no podían regresar si no dormían al mismo tiempo, pero, ¿Qué más daba en ese mismo momento? Xiao Zhan atravesaba tantos problemas y presión que no se creía capaz de poder aguantar más tiempo estando lejos, sin ayudarlo.

De esa forma corrió hacía el establecimiento, entrando rápido para ir con el encargado. —Hola, ah... ¿Podrías darme pastillas para dormir? Y, no lo sé, ¿Alcohol fuerte?

—No vendemos alcohol.— Lo examinó por un momento. —¿Tienes tu receta para las pastillas?

Se crispó en su totalidad. Negó rápido, ¡Es que no había nada que pudiera hacer para terminar con todo eso! —Lo siento.— Musitó, encaminándose desesperado a la puerta de cristal.

—Espera.— La voz del otro le hizo detenerse y voltearse. Éste iba entre los pequeños estantes de los medicamentos para tomar una cajetilla y ponerla en el mostrador. —Caja de melatonina; es leve, pero puede funcionarte después de varios minutos.

—¿Cuánto tiempo?

—Hmm.— Tanteó. —No más de cuarenta minutos.

Era cantidad prominente, pero en ese instante era lo más rápido y certero que podía hacer. Lo aceptó casi a la fuerza; dadas las cosas que tenía en mente apenas y pudo acordarse de su falta de dinero para poder comprar ese medicamento.

Miró al joven que lo atendía con vacilo; había sido amable, y ahora tendría que verle la cara por su negligencia. Literalmente agarró la caja lo más rápido que pudo, saliendo con la misma ímpetuosidad que antes que inclusive las puertas se azotaron tanto.

Escuchaba las exclamaciones del antónimo irse perdiendo conforme corría a lo que sus piernas daban. Otra vez llegaba la desesperación. No tenía a dónde ir, si trataba de correr a su apartamento tardaría más de una hora, pues todavía estaba muy lejos.

Stuck In Time. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora