capítulo 10

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- Un gusto conocerlo, ¿señor Han?- dijo con voz venenosa, la piernas de Jisung temblaron ante aquella voz, estaba a nada de tirarse a su cuello y abrazarlo para nunca más soltarse, pero la mirada que le dió no era precisamente de cariño, la mirada de Minho era como si estuviera tan herido que no podía hacer nada más que ser otra persona, él se estaba obligando igualmente a ser otra persona, se estaba obligando a estar ahí parado sosteniendo la mano de Amanda, sonriendo como si no tuviera el corazón desecho, como si no hubiera destruido el corazón del chico que estaba frente a él.

Jisung quiso correr, esconderse, desaparecer, volverse humo, Jisung quiso ser invisible, pero también quería tomarle la mano al hombre que tenía frente y explicarle todo, realmente todo, desde el porque no podía terminar con Amanda y dejarlo todo por él, aunque fuera lo que él quería, Jisung quería tomar la mano de Minho, huir del país a un lugar en donde solo fueran ellos dos y nadie más, porque el no verlo estas dos semanas, el saber que no lo volvería a ver (o por lo menos ese era el plan), le destruía, le destruía de una forma inexplicable, pero querer no es poder, y eso ya se ha dicho más de una vez. Estaba tan, tan nervioso que hasta el color se le fue, y es que, bueno, jamás esperó encontrarse en esa situación; viendo a quien por su corazón palpitaba, frente a él, mientras tenían que fingir ser completos desconocidos.

- El gusto es mío, joven Lee.- su voz salió estrangulada, ni siquiera en el caso del miércoles se había sentido de esa forma, tan dócil, tan doblada. Amanda vió sonriente a los dos hombres.

- Minho fue un amigo de la infancia, mi mamá y la suya son mejores amigas, así que ellos estaban aquí muy seguido- explicó la pelirroja, colgada del brazo de Jisung, sabía que su prometido era tímido, cuando Han no estaba presente en un caso, Jisung era muy timido, penoso y callado, entonces trataba de hacer conversación entre los chicos, para que se conocieran- pero te perdí de vista, Min... ¿Cómo has estado?.

-¡Oh! muy bien, Amanda. Me alegra verte- le dijo con una sonrisa, no le alegraba en lo absoluto, ¿Cómo iba a fingir, en todo el rato que estuvieran ahí, que su corazón estaba siendo atacado por cientos de pequeñas agujas? no sabía. Ver a Amanda colgada del brazo de Jisung le hizo sentir horrible, ¿Por qué ella debía tenerlo todo? se sintió como cuando de niños veía a la mamá de Amanda jugando con ella y lo ponían melancólico al extrañar a su madre, bueno, esta vez no era una madre y sus problemas maternales, esta vez era porque el chico por el cual su corazón latía de una forma irregular, le pertenecía a ella, ellos entrelazarían sus almas, sus días y él... solo sería un espectador.

Ver a Jisung resultó como lo esperaba, su corazón dolió, dolió porque lo tenía ahí, justo enfrente de él, con la mujer con la que iba a casarse y además, algo más agregado a la lista, esa mujer era nada más y nada menos que Amanda Castle, hija del presidente. Jisung, su Jisung sería parte de la familia a la que iba a destruir, eso solo implicaba una sola cosa: debía destruirlo también. ¿sería capaz de hacerlo? no lo sabía por ahora.

Amanda tomó la mano de Minho, sin soltar la de Han y los jalo al comedor, la familia Lee ya estaba sentada, los dos hombres mayores estaban hablando de cualquier cosa que hablaran los corruptos, las mujeres estaba sentadas frente a frente, los hijos Castle estaban sentados también y solo quedaban tres asientos, uno frente a Amanda.

- ven, ven siéntate aquí- señalo la silla frente a ella, Minho tomó asiento ahí, tieso como un robot, se sentía hasta enfermo, enfermo por verlo ahí, pero no a lado suyo.

Jeongin ese día trabajo en la casa Castle, no le tocaba trabajar los domingos, pero ya que un sirviente había enfermado, le toca a ir. Sabía que vería a su amigo en la casa y eso no le alegraba en lo absoluto, no cuando esa misma mañana, vió entrar a Han Jisung de la mano de Amanda. Esta vez no estaba enojado con Han, ni siquiera sintió enojo de verlo, sintió lastima, lastima porque a lado de Amanda no le brillaban los ojos, se veía decaído, derrotado, exhausto, se veía triste, como si le faltará su otra mitad; recordó a como se había visto Minho estas ultimas semanas y se sintió un poco culpable de terminar con lo que sea que estos dos hubieran tenido.

El baile de las mariposas (Minsung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora