capítulo tres

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El pelinegro por fin había salido de la oficina de su suegro, odiaba con toda su suerte estar ahí encerrado, con ganas de querer aventarse del palco presidencial, bueno,, era normal querer hacerlo después de que lo entretuvo poco más de una hora, hablándole de que la casa en la que Jisung vivía era espaciosa, pero no digna de su pequeña hija Amanda que toda la vida había sido merecedora, también sobre lo que equivalía el ser el Yerno del presidente, todo lo que ameritaba, todas esas fotos familiares, conferencias a las que debía asistir y vanagloriar a su suegro por todos sus disques logros, su apoyo incondicional en cada una de sus acciones y sobre todo, discreción y fidelidad a la familia Castle, ¿Qué eso no era lo más ridículo del mundo? ahora sí le convenía a John Castle el que Jisung fuera su Yerno, le convenía gracias a su fama que incrementaba en el mundo de las leyes, sin duda era un joven exitoso que ahora debía conservarse a lado de la familia solo para servirle, vaya mierda, el no queria quer su vida fuera de ese modo, sin embargo, sabía que Amanda, su bella prometida le había dado todo sin rechistar nada, así que el se lo debía.

Él demandante hombre insistió más de una vez que fuera a cenar a su casael debía llegar a cenar con ellos, porque era su obligación hacerlo y negarse estaba de enbalde, aquella noche debía asistir, pasar tiempo en familia, acordar algunas cosas y no era algo que podía declinar como si nada,, porque Amanda lo pedía, incluso le había dicho que lo extrañaba de una patética manera donde exigía su atención, pero esta vez y por primera vez, Jisung negó muchas veces a todas las peticiones, argumentado que tenía un caso muy pesado en el cual estaba trabajando, del cual no era todo mentira, realmente el caso que el grupo de abogados estaba llevando era difícil y gracias a su éxito con el anterior caso, Jisung estaba muy solicitado en en el bufete, aunque no lo suficiente como para no disfrutar de una cena con su prometida, tiempo había cuando hay suficiente interés, pero sinceramente no quería cenar con ella, ni con su suegra y sus constantes críticas o su suegro y sus comentarios mal intencionados y fuera de lugar, menos con sus coñados que lo menos presiaban de la misma forma, pobre de sus esposas, pocre de ellas que debían soportarlos todo el maldito rato.

Aunque aquella misma noche, lo que le perturbaba la mente no era más que la cuestión de ir o no ir al bar de ciudades bajas, digo, solo eran dos simples opciones, pero aún así, como buen abogado puso las dos opciones en la mesa para analizarlas, dos opciones completamente difíciles, dos opciones que si bien no eran muy difíciles, marcaban todo un futuro sin que ninguno de los dos involucrados lo viera o sospechará aún, era su efecto mariposa, acciones que declinaba a uno de los dos futuros deseables y posibles, Jisung sabía que de ambos lados de la balanza había mucho, aunque esta vez no era la cantidad la que importaba, era la calidad y es por eso que lo tebnia entre la espada y la pared, lo que ya tenía establecido o unn futuro incierto, realmente estaba por verse.

la primera opción era ir donde Minho lo había citado esta noche, ir al bar, tomarse una buena cerveza fría que tanto necesitaba para despejarse la mente, ver a Minho una vez más sumándole más culpa a su mente por pensarlo de manera indebida, si iba, sabía que sus ojos le traicionarían más de una vez e indiscreto miraría los labios carnosos de su acompañante de copas de esta noche y eso no estaba bien, jamás en su vida había mirado tan detenidamente los labios de alguien, jamás en su vida tuvo tantas ganas de probar la suavidad de unos belfos tanto como a los de Minho y eso lo perturbaba, lo asustaba, no estaba bien, nada de lo que pensaba estado alrededor de Minho era correcto, sabía que lo miraría a los ojos nuevamente y que sí, nuevamente se volvería a perder en todo lo que esos ojos expresivos quisieran decirle, sabía por supuesto que el ver detenidamente al hombre, lo haría sentir incomodo y asi lo alejaría de manera patética.

La segunda opción era la más fácil, No ir a encontrarse con su pesadilla, simplemente encerrarse en su casa, analizar bien el caso y los papeles que inculpaban al señor Marshall, darse una ducha e ir a la cama para dormir y soñarlo nuevamente, las desventajas de es plan, eran que aunque le sonaba lo más sensato, si no iba, no volvería a ver la sonrisa de conejito nuevamente dirigida a él por lo menos, sentía que si él no iba esa noche, nunca más volvería a ver a Minho, por alguna extraña razón, eso lo hizo sentir mal, no volver a ver al castaño... sonaba tan estúpidamente malo que le daba un revoltijo en la panza de solo pensarlo, aunque su consciente le gritaba que esa idea era la que más razón tenía, pero ¿Qué sería de esta historia si la gente no tomará decisiones impulsivas? todos los humanos solemos tomarlas y muy pocas veces meditarlas, pero ahí estaba la magia, en no saber que caja de sorpresas están escritas en nuestro destino y Jisung, esta noche estaba por abrir esta caja que dictaba su nombre en letra cursiva sin ningún signo de precaución.

El baile de las mariposas (Minsung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora