🎙️| C A P Í T U L O 10

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Malaika

Muero de ganas por verle la cara a Artemis cuando vea todo el escándalo que está sucediendo en su nombre.

Bajo las escaleras con el cabello húmedo y con la misma ropa que vestía anoche, veo a Artemis de espalda y al escuchar mis pasos se voltea.

Me observa con una sonrisa.

—¿Ya nos vamos?—le pregunto.

Asiente.

—¿Quieres desayunar?—inquiere señalando la mesa.

Niego con la cabeza y me acerco a él, Henry viene corriendo a saludarme y solo le doy una leve caricia en la cabeza para que me deje tranquila.

Necesito que tome su móvil o que se entere de alguna maldita manera.

Su aroma a jabón y colonia me invade por completo y no puedo evitar escanearlo de pies a cabeza. Viste una camisa de polo gris claro junto a un jean, su cabello húmedo cae por su frente y sus tatuajes quedan a la vista. Su escasa barba está perfilada y al igual que su cabello, su ceja derecha tiene una fina línea.

Me quedo tildada viéndolo y él se percata de inmediato, así que le corro la mirada en cuanto puedo. Toma sus llaves junto al celular mientras caminamos para salir de su departamento, abre la puerta y me deja pasar a mí primero, le doy una mirada de advertencia junto a una sonrisa pícara y él se muerde el labio inferior. Cierra la puerta detrás de él y nos subimos juntos al ascensor.
En el camino se coloca sus lentes de sol que lo hacen ver jodidamente atractivo, lo observo y pongo los ojos en blanco al sentir rabia por su ego tan grande.

—Tengo unos para tí —pronuncia y me doy cuenta de que me ha visto hacerle caras.

Saca del bolsillo unos lentes parecidos a los suyos pero con el marco dorado, me los entrega y me los coloco aunque todavía no hemos salido al sol. Caminamos uno al lado del otro y cuando vamos al estacionamiento por su auto el hombre de allí nos mira con una sonrisa.

Lo ignoro por completo y me subo al asiento de copiloto.

—Uno de los privilegios de estar cerca mío es llegar tarde al trabajo—dice con gracia.

Lo miro.

—¿Cuáles otros hay?—inquiero en un tono sensual.

Se muerde el labio y sonríe como todo un mujeriego al que le están dando su fruta prohibida. Conduce mientras intentamos salir a la calle y decide responderme.

—Tendrías que averiguarlos tú misma—expresa en un tono ronco.

Me río y entiendo lo que acaba de insinuar, él me da una mirada rápida y justo en el momento en que salimos del estacionamiento nos invade una multitud de periodistas esperando en la puerta del edifico y que corren hacia el auto de Artemis cuando nos ven salir.

Me toma por sorpresa pero no puedo dejar de sentir una tranquilidad maliciosa al ver el rostro de Artemis, está confundido y no sabe absolutamente nada. Baja la ventanilla y con toda su actitud decide responder normalmente a la prensa sin tener idea de lo que ocurre.

—Señor Artemis, ¿Qué tiene para decir del vídeo que anda circulando en las redes?—le preguntan entre tantos micrófonos que lo agobian.

Su rostro es cada vez peor, se nota su sorpresa y lo veo tragar grueso al mismo tiempo que su mandíbula se tensa.

—¿La chica que lo acompaña es la del vídeo o una conquista nueva?—inquieren nuevamente.

En ese instante, su expresión cambia por completo, gira para verme y parece comprender todo en un maldito instante. Ni siquiera dice una palabra, presiona el botón y vuelve a subir la ventanilla con vidrio polarizado. Comienza a presionar la bocina sin parar para que lo dejen pasar y así perderlos.

Eterna condena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora