Mi bebé

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Mi bebé





Lucius se sintió conmovido por la tristeza que podía vislumbrar en la mirada oscura de quien veía a su esposo removerse en su inconsciencia, como si estuviese teniendo una horrenda pesadilla de la cual no podía despertar.


— ¿No quieres bajar a comer algo? Has estado aquí encerrado casi un día entero, Severus.

— No, y no insistas, me quedaré con Harry hasta que despierte.

— Si recuerda todo...

— A cada minuto que pasa me convenzo más de que no querrá volver a verme, y yo aceptaré su decisión... pero antes de irme tengo que darle explicaciones, se las debo, y no me separaré de su lado hasta llegado el momento. Puedes irte, déjame a solas con él.


Lucius asintió comprendiendo que ninguna insistencia iba a servir de nada y luego de darle una fraternal palmada en el hombro, volvió a salir de la habitación.


Severus se arrodilló junto a la cama, volvió a tomar las manos de Harry entre las suyas sintiéndolas demasiado heladas por lo que intentó calentarlas con su aliento, procurando no darle importancia a los susurros de su esposo llamando a alguien más.


— ¿Qué estás recordando ahora, Bicho? —se preguntó retóricamente.


Durante horas había visto a Harry gemir, jadear, sollozar, reír... ahora lloraba, de entre sus párpados cerrados se escapaban traicioneras lágrimas que no lo dejaban descansar.


— Ron... no... por favor. —suplicó débilmente.

— Harry, quisiera poder hacer algo para que no sufras. —le susurró Severus acercando su frente para apoyarla en la húmeda sien de su esposo—. Fui un imbécil, no supe evitarte este dolor... perdóname.


Harry se movió apartándose. Gimió un poco más fuerte y Severus se puso en alerta, parecía que finalmente iba a despertar. Recordó las pociones que el medimago había dejado para el ojiverde, había tenido tiempo de revisarlas y comprobó que tan sólo se trataban de fortificantes, así que, aprovechando que el estado soporoso se desvanecía, las acercó a los labios de su esposo.


— Bebe... te sentirás mejor.


Harry obedeció por instinto, pero al abrir los ojos y ver a Severus, retrocedió espantado hasta quedar acurrucado en un rincón cerca de la cabecera de la cama, abrazándose a sí mismo, mirando a su alrededor sin reconocer el lugar.


— Tranquilo, todo estará bien. —aseguró acercándose con cuidado.

— ¿Profesor? —preguntó Harry confundido mientras secaba sus lágrimas—. ¿Dónde estamos?

— En casa de los Malfoy, te traje para acá luego de que te desmayaste donde los Weasley... celebrábamos el año nuevo ¿recuerdas?


Harry negó suavemente. Severus le ofreció entonces su mano para ayudarlo a volver a recostarse. El chico la aceptó recordando que podía confiar en Severus, sin embargo, al volver a sentirse bajo las mantas, se estremeció en llanto.


— Ron... está muerto. —sollozó desesperado.

— Harry, eso sucedió hace seis años.


El ojiverde le miró sin entender. De pronto sus ojos se abrieron desorbitados al notar que Snape le estaba llamando por su nombre, que le tuteaba y además, acariciaba dulcemente su mejilla... eso no podía ser normal.


El recuerdo de su vida en esos últimos seis años le llegó de un solo golpe. Se incorporó como impulsado por un resorte, no hizo caso del mareo que sintió, sólo permaneció mirando a Severus con profunda angustia.


— ¿Severus?

— Sí, Harry... soy yo. —respondió esforzándose por mantener en alto la mirada, comprendiendo que había llegado el momento.

— Me mentiste. —sollozó adolorido.

— Lo lamento con todo el corazón, creí que estaba haciendo lo correcto para ti.

— ¡No! —gritó enfurecido—. ¡Me mentiste! ¡Me ocultaste lo de Ron!

— Harry, sé que te tengo que dar explicaciones y espero que lo comprendas...

— No, ahora no.


El tono de voz del ojiverde se había suavizado de repente, aún miraba desconfiado a Severus, sin embargo, también se sentía confundido.


— Me iré. —dijo el ojinegro finalmente—. No quiero importunarte más, tan sólo espero que un día puedas perdonarme y darme la oportunidad de explicarte mis motivos.


Severus abandonó la cama dirigiéndose hasta la puerta, pero ni siquiera llegó a tocarla cuando se sintió rodeado por los brazos de Harry alrededor de su cintura.


— No quiero que te vayas. —se escuchó la voz del ojiverde, aún llorosa.


Severus se giró sobre sí mismo descubriendo en los ojos de su esposo un gran desconcierto que le torturaba. Limpió apaciblemente las lágrimas que bañaban sus mejillas, enternecido al sentirlo casi tan pequeño como cuando hacía unos años, luciendo tan indefenso en esa pijama de algodón.


— ¿Quieres que me quede?

— Tan sólo sé que necesito tiempo. —respondió angustiado—. Y también...

— ¿Qué, Harry? Dime qué necesitas y te lo daré.

— Necesito saber si me amas.

— ¿Cómo puedes dudar eso?


Harry se apartó secando su llanto con las mangas de su pijama, aún así no podía dejar de derramar más lágrimas.


— Estoy aturdido... Me asusta pensar que tan sólo soy una más de tus tareas. Sé mejor que nadie que te autoproclamaste mi protector, que me has cuidado aún sin yo saberlo mientras estaba en el colegio... sabía que eras capaz de dar la vida por mí, de hacer cualquier cosa que fuese necesario para velarme si te fuese encomendado... temo que alguien te haya pedido que me protegieras y sigues cuidándome sólo por eso.

— Harry... no pienses así.

— ¡Dime que no estás conmigo sólo para protegerme, dime que no fui tan sólo una misión, Severus!... ¡Dime que realmente soy tu Bicho y que el amor que dices tenerme no es sólo un papel!... Dime, por amor de Dios, que no has estado pasándole informes a Dumbledore sobre mí.


Severus se abalanzó a estrecharlo entre sus brazos, sintiéndolo temblar de expectación. Asustado por no obtener respuesta aún, las piernas de Harry se debilitaron por lo que el ojinegro se esforzó por sostenerle y llevarlo de regreso a la cama.


— Siempre serás mi Bicho. —le susurró luego de recostarlo y cubrirlo con las mantas—. Siempre serás mi pequeño amor que refleja estrellitas en su mirada... aunque en días como hoy, parecen nubladas de lluvia.


Harry cerró los ojos con profunda tristeza, su semblante se relajó un poco con las palabras de su esposo.


— Ahora tienes que seguir descansando. —agregó mientras le acomodaba las mantas—. Te dejaré solo para que puedas hacerlo.

— Pero no te irás, ¿verdad?... Vas a estar cerca.


Severus asintió, pero entendía que lo mejor era dejarlo a solas, ya hablarían después, cuando Harry estuviese listo para escucharlo. Le dio un beso en la frente antes de abandonar la habitación.


Iba cerrando apenas la puerta cuando creyó escuchar un sollozo tan doloroso que le partió el alma...


— Lo siento, Severus.


Esas tres palabras, tan débiles pero claras, le tentaron a regresar sobre sus pasos. Sabía que Harry no se estaba disculpando por su duda, era algo más lo que le impulsaba a formular esa frase... El cuerpo de Severus se tensó, ansioso de hacer hasta lo imposible por no perder al amor de su vida. Sin embargo, no era momento aún, así que se marchó muy entristecido.



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