"Vamos a la rueda." Me agarré a la mano de Harry, empujándole.
Intenté de avanzar pero él se mantuvo rígido, quedándose congelado en el lugar. Su mirada se inclinó hacia arriba a la parte superior de la rueda. Los niños pequeños saludaban felizmente a sus padres que miraban desde abajo.
"¿Qué pasa?", Le pregunté.
"¿Estás segura de que no quieres subirte en ninguna otra cosa?" Él miró alrededor.
Cambió la pierna en la que se estaba apoyando a la otra, mirándome fijamente. La mirada que pasó por sus ojos no la había visto antes. Le sonreí mientras él le devolvió la mirada con recelo.
"¿Tienes miedo a las alturas, Harry?" Arranqué.
Tenía la mandíbula apretada.
"No, no tengo miedo.", Protestó. "Es solo que me incomoda estar tan lejos del suelo." Gruñó él, haciendo un gesto mientras señalaba la altura de la noria.
Yo no podía dejar de reír. Pero pronto me quedé en silencio mientras miraba al atractivo chico que tenía enfrente.
"Bo". Advirtió Harry severamente.
"Está bien, voy yo sola."
Empecé a caminar, haciendo cola antes de oír a Harry dejar escapar un exasperado bufido. Me asomé para mirarle, la mandíbula apretada seguía establecida en su cara.
"No." Él respondió apresuradamente. Lo vi suspirar profundamente, cerrando los ojos. "No vas a ir tú sola."
A veces, su sobre-protectora personalidad era muy útil. Él me observó atentamente cuando me agarré de su hombro, colocándome de puntillas.
"No te preocupes. Estaré cogiendo tu mano, si quieres. "
"Ugh, deja hacer como si cuidases de mí.", Se quejó mientras me reía.
"El peor viaje de mi vida." Harry gruñó.
"Es posible que lo hubieses disfrutado si no te hubieras pasado todo el tiempo con los ojos cerrados. La vista era increíble." Sonreí.
Me negué a escuchar sus quejas, algo llamó mi atención detrás de donde estaba Harry.
"Vamos." Le agarré la mano.
Nos detuvimos bruscamente ante una tómbola.
"Esa tortuga es mía." Estreché la mirada en el juguete de peluche.
Harry se reía mientras le entregaba un par de libras a la operadora.
"Me encantaría ver eso.", Bromeó.
Le demostraría que estaba equivocado. El hombre detrás de la barra explicó que necesitaba derribar las tres latas apiladas en la parte trasera. Me dieron tres bolas verdes. Mis primeros dos disparos salieron frustrantemente cerca, justo rozando las latas. Harry me miró con una sonrisa antes de que derribase dos de los dichosos objetos no pudiendo conseguir el premio.
"Oh, ¡venga...!"
Harry se rió.
"Tengo la precisión, sólo me faltaba la fuerza." Murmuré.
"Déjame intentarlo." Dijo Harry, golpeando mi cadera para empujarme fuera del camino.
Vi presenciar a Harry derribar las tres latas con una sola pelota. Se volvió hacia mí, con una sonrisa satisfecha en su rostro.
"Yo las he desequilibrado un poco para ti." Contesté.
"Sí, sí". Me entregó la tortuga que había ganado.