Mis labios tomaban los suyos con rudeza en medio de la oscuridad, era de noche pero la luz de la luna dejaba ver algunas cosas, se escuchaban caballos y carrozas pasar a lo lejos, mientras yacíamos recostados sobre el césped, mi cuerpo sobre el suyo mientras nuestras bocas bailaban con deseo sobre la contraria.Se escuchaban jadeos de satisfacción salir de su boca y sus manos se encontraban en mi camisa arrugando la tela y atrayéndome más a ella.
Podía sentir lo cálido de su cuerpo a pesar de la fría noche y de las ropas que nos cubrían.
Se sentía tan intimo y hermoso el momento, a pesar de estar en un lugar cualquiera se sentía especial, se sentía nuestro. Deseaba sentirla más, sentir todo de ella y que esta hiciera lo mismo conmigo.
Arranqué la parte superior de su vestido y desgarré su falda para adentrarme en ella, de pronto esta ya no consentía.
Sus manos trataban de alejarme y su boca ya no me seguía el beso, al contrario. Ahora trataba de gritar mientras la besaba, era como si no pudiera detenerme, como si no fuese yo quien dómine mis manos las cuales rompían su ropaje, o mi boca la cual se encontraba mordisqueando su cuello con fuerza.
Era como si el deseo fuera mayor a la razón, como si no me importaran los llamados de ayuda que salían de su boca.
Volví a sus labios y los mordí. Cuando sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca sonreí y abrí sus piernas con las mías para entrar en ella, cuando comenzó a resistir con más fuerza golpeé su rostro, una, luego otra y otra vez.
Ahora su sangre yacía en mis manos.
-¡Taehyung por favor, por favor despierta!¡Por favor, reacciona!- mis ojos fueron abiertos y sentí lágrimas en mis mejillas, mi piel sudorosa y a Hana sentada sobre mi temblando y llorando con desesperación.
Miré mis manos y su rostro buscando indicios de haberla dañado, mi pecho subía y bajaba. Tenía miedo.
Miedo de ser ese monstruo que la destruya, ella es un ángel la cual fue arrebatada del cielo por la maldad.
Maldad que llevo en mi sangre.
No me sentía digno de devolver el abrazo que me daba mientras sollozaba sobre mi cuello, no era digno o merecedor de esas lágrimas de desespero que mojaban mi camiseta y tampoco era merecedor de su amor.
Nos recosté sobre la cama en la misma posición, ella abrazaba mi cuello como si temiera que me escapara si me soltaba y sus piernas a cada lado de mi cadera, yo reforzando aún más el abrazo por su cintura con mis manos.
Los minutos pasaron y sus sollozos dejaron de escucharse. -¿Te hice daño?- negó -Entonces ¿porque lloras?- alejaba su pelo de su hermoso rostro para verla, no podía verla con claridad por la oscuridad de la madrugada pero sabía lo rojo e hinchado que estaba su hermoso rostro. Y traté de bromear para ayudarla a despejarse a pesar de que esos crudos momentos que sentí estaban aún en mi cabeza.
-Me asusté- su voz salía temblorosa y baja en demasía.
-¿Tienes miedo de mi?- yo tenía miedo de que respondiera que si, de que tuviera miedo de mi.
-Jamás podría temerte- mi corazón palpitó con más calma, moriría si su respuesta es un sí.
-¿Entonces?- recordaba lo que me dijo el psicólogo sobre que cuando esta entrara en shock debía hablarlo en el momento para que no le siguiera perjudicando, también me serviría a mí en estos momentos.
-Me pedías irme, que me alejara y me asusté porque no despertabas mientras gritabas.- se apegó aún más a mi y volvió a llorar solo el que en silencio.
-Jamás te dejaría
Suspiré debía dejar de pensarlo tanto, comenzaba a dañarla por mi estupidez.
Cuando se hubo dormido me levanté de la cama dejándola envolver la almohada con el abrazo con que me rodeaba a mi.
Me dirigí a mi despacho y busqué entre mis libros la tarjeta que había conseguido y el verdadero motivo por haber vuelto a Korea después de tanto tiempo.
Debía descubrir que es lo qué pasa con nosotros y dejar ir todos esos turbios pensamientos.
No es mi culpa
No es mi culpa
No es mi responsabilidad
Lo que él hizo no es mi culpa
No es mi deber enmendarloDe nada servían los ejercicios que aprendí en mis terapias, no dejaba de culparme aunque me lo repetía a mi mismo, a pesar de los años seguía ese pensamiento en mi de que la dañaré.
De que soy igual a mi hermano.
Pasan los años y no se va, no me deja respirar con normalidad cuando la veo llorar por sus pesadillas o cerrarse con las personas, siento que es mi culpa y eso no cambiará.
Si al menos él puede hacer que esto se vaya debo intentarlo, debo intentar sanar para ayudarla a sanar a ella.
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En Las Sombras
Fiksi Penggemar¿Una dote masculina? Compraron el silencio de mi familia más bien. Saga Paranormal Primer libro Gritó Lobo Segundo libro En Las Sombras