Capítulo 28

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Pov Hana El día de la boda

Hace tres dias habían despedido a nana, según madre, ya no la necesitarían, la hicieron irse lejos.

Era atendida por la doncella personal de madre, una señora entrada en edad bastante cascarrabias.

Peinaron mi ahora corto cabello y me colocaron el vestido, cubría cada golpe, cada moretón, cada mordisco.

Cuando me vi sola lo tomé como oportunidad para hacer los que hace una semana se me impedía.

Había encontrado una daga a la entrada de la casa de quien me había abusado, la exhibían como si fuese un premio, irónico que su familia haya prestado su casa para casar al monstruo de su hijo. Creo que morir con el vestido de novia será suficiente venganza se mi.

"Espero que mueran todos" Corté mi muñeca izquierda

"Quiero verlos morir a todos" corté la derecha.

Veía la sangre escurrir por mis manos pero la puerta se abrió alejando cualquier esperanza de morir.

...

Me encontraba en espera para entrar al salón donde se llevaría a cabo la ceremonia, él ya no estaba.

Espero que se pudra en el infierno

Cuando entre del brazo de quien debía entregarme mi pecho se estrujó, el hombre frente a mi me veía con dolor. ¿Acaso me culpaba por la muerte de su hermano?

Merecía la más cruel y dolorosa de las muertes, solo lamento no haber estado ahí para verlo.

-"Yo Lee Misu te acepto a ti como compañero de vida, como soporte y ancla a este mundo hasta que la muerte nos separe"- decía el obispo en espera de que repitiera, así lo hice, repetí cada palabra y mi corazón dolió.

¿En qué momento había albergado tanto odio en el?

Solo 5 minutos de soledad necesitaba para morir tranquila.

Cuando la ceremonia acabó y nos vimos en la carroza que nos llevaría al lugar donde planeaba poner fin a esto, él habló.

-Lamentó lo que él hizo- una lágrima se deslizó por su mejilla-Se que eso no remedia lo que hizo, pero lo siento. No interferiré con tu vida, me mantendré alejado de ti, si así lo deseas no sabrías nada de mi a partir de este día.- miró a través de las ventana de la carroza. -En las afueras hay una cabaña que es tuya, tiene sirvientes que saben de tu llegada, podrás llevar una vida tranquila ahí. Tus padres no sabrán dónde estás.- hablaba con voz temblorosa, mientras secaba las lágrimas con sus mangas.

Mis ojos se había llenado de lágrimas -Solo no lo intentes más- señaló mis muñecas, de estas había comenzado a brotar más sangre durante la ceremonia, cuando esta acabó la sangre cesó, pero aún estaban las manchas, creo que sanaron.

El trayecto fue en silencio luego de eso, cuando llegamos se colocaron mis maletas dentro de la casa y este se marchó sin decir nada más.

Una señora me recibió y prometió cuidar de mi.

Algo que no debió pasar

Hacia dos meses de aquel día donde mi vida entera cambio, donde todo mi ser se apagó y comencé a vivir un día a la vez.

Las primeras semanas la señora Jung dormía en mi cuarto por los arranques que vivía en las noches, luego prefirió ocupar la habitación de al lado y así cuando mis pesadillas irrumpieran mi sueño estar cerca.

Los hombres que trabajaban en las tierras no se les permitía pasearse por los alrededores de la casa y eso lo agradecía.

-Señorita Misu- llamó la señora Jung, había traído mi desayuno a mi cuarto como era costumbre, pocas eran las veces que salía de mi cuarto. Llevé mi vista hasta ella en espera de que me hablara. - Hace más de un mes que está aquí

-Si- continué colocando los libros que había usando la noche anterior, mientras permitía que mi desayuno se enfriara, no tenía apetito pero sabía que esta no se iría hasta verme comerlo.

-Y en ese mes no hemos tenido manchas- dejé lo que hacía para atencionarla, quizás por eso no la entendía. -Aquella cosa de cada mes que nos aqueja a las mujeres señorita.- aclaró.

Es cierto que había tenido menos apetito en los últimos días, que incluso había vomitado en algunas ocaciones, pero eso no podía ser.

No podía estar cargando con el hijo de ese monstruo, me silbaban los oídos, mis rodillas flaquearon y sentí una opresión en el pecho que no me permitía respirar.

Recuerdo haber visto todo negro luego de eso, cuando desperté me encontraba en la cama y la señora Jung colocando tela húmeda sobre mi frente, ¿como si eso aliviara el hecho de estar en cinta de un monstruo?

-Yo no puedo, señora Jung, no puedo- las lágrimas llenaban mi rostro, me sentía sucia. Sentía mi corazón saldría de mi pecho y que mis pulmones no permitían la entrada de aire a mi cuerpo.

-Descuide señorita, haremos que baje.- consoló.

Luego de eso me trajo un té, me hizo doler el estómago y algunas horas después lo repitió.

Al tercer té mi mancha bajó.

-No le diga sobre esto a su amo.- pedí




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En Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora