ᴄᴜᴀɴᴅᴏ ʟᴀ ɴɪᴇᴠᴇ ᴄᴀᴇ, ¿QᴜÉ ꜱᴏʀᴘʀᴇꜱᴀꜱ ᴛʀᴀᴇ?

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Después de sobrevivir un semestre, treinta examenes de mierda, cien crisis existenciales, covid y a la gente en general, les traigo nuevo cap, escrito con mis habilidades poco prácticadas en los últimos meses con el cerebro seco y sin materia gris.

En fin, disfruten <3

La nieve siempre pintaba el patio de su casa de un bonito color blanco que tan solo duraba cuatro minutos en ensuciarse por razones que no conocía ni le interesaban realmente, mugrienta o no, seguía siendo divertida (le continuaba doliendo el caer...

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La nieve siempre pintaba el patio de su casa de un bonito color blanco que tan solo duraba cuatro minutos en ensuciarse por razones que no conocía ni le interesaban realmente, mugrienta o no, seguía siendo divertida (le continuaba doliendo el caer en ella, seguía armando bolas para tirarle a Osamu). Sin embargo, una vez fue adulto, comprendió lo peligrosa que podía llegar a ser y lo fácil que era comparar su blancura a la piel de Kiyoomi; los pedazos de tierra que se envolvían en ella cada vez que la amoldaba, a sus lunares; y las tormentas a sus emociones, llevándose todo por su paso, dejandole desubicado, desesperado y con miedo de que volviera a pasar. Aun sin ser capaz de apartar sus ojos de allí; buscar algo más soleado; más lúcido...

Por otro lado, la nieve le traía un sentimiento hogareño y de soledad al mismo tiempo que era difícil de explicar.

Dificil de sentir.

Y al mirar a Kiyoomi, frente a la casa de sus padres, supo que él percibía lo que, Atsumu, estaba sintiendo aunque no se lo diría jamás, porque el mismo aun no terminaba de experimentar y desmenuzar la significancia de la alfombra blanca y reluciente que le mojaba los zapatos sin primero preguntar si le molestaba.

Quizá si le molestaba, pero no se atrevía a decirle que le estorbaba. Tal vez, los recuerdos atacaban y era ese el porqué de su ceño fruncido y los puños apretados. O temía enfermarse y coger un resfriado que—según él—se complicaría y terminaría arrebatándole la vida.

—Atsumu, —le oyó decir en algo más pequeño que un susurro, estirando su mano a él sin mirarle a los ojos directamente, más bien a un punto cercano a la cara lateral de su rostro. Sin pensarlo, fue a él y se agarró fuertemente de toda la extensión de su brazo, más que por miedo a resbalarse, en busca de su calor—. Feliz cumpleaños. —Exhaló—. Te quiero.

Y ojalá hubiera tenido el tiempo de procesar lo que le estaban diciendo, pero Kiyoomi no dio el brazo a torcer y se encaminó a la camioneta de Shie con él ánimo de ayudarla a bajar algunas bolsas y entrarlas al apartamento de los Miya. Lo siguiente que escuchó fue los alaridos de su madre diciéndole que se quitara del frío y entrara de una vez por todas al apartamento.

Entró con la cabeza gacha, pues el ardor en sus mejillas le advertía que su rostro estaba tan rojo como los tomates que crecía su tía en la granja familiar. También supo que a Samu no se le escapaba ni una cuando le pellizco las mejillas y le sonrío con malicia a él, con complicidad a su madre, quien le tiró un beso mientras empujaba ligeramente a Kiyoomi hacia la cocina de la residencia.

A Atsumu le dolía el pecho y no sabía si era por lo mucho que le latia y porque es todo lo que había querido oír o porque sabía cuánto le costaba a Kiyoomi dar el primer paso con la inseguridad de no saber si la otra persona le correspondía, si se sentiría amada y no disgustada por creer erróneamente que un "te quiero" todo se arreglaría como por arte de magia.

ᴋᴀɪʀᴏꜱ [ꜱᴀᴋᴜᴀᴛꜱᴜ] ~ •ʜᴀɪᴋʏᴜᴜ•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora