ᴠÍꜱᴘᴇʀᴀꜱ(ᴇxᴛʀᴀ ɪɪ)

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La realidad era que las cosas seguian cambiando, sin importar el lugar, la edad, la era.

Era curioso ver cómo los humanos siempre creían estar al tope de sus capacidades o que en unos 10 años alcanzarían el pique del desarrollo intelectual y evolutivo de la especie, pero la verdad era que las cosas no cesaban de cambiar. Siempre surgía una nueva necesidad, una nueva adicción o hobby según se vea; algo que hacer, algo que usar, algo que desechar, algo que superar.

En medio de su inocente ignorancia, Kiyoomi pensaba que eventualmente la vida lo dejaría en paz, y por eso se refería a que no habría nuevas cosas para aprender o para hacer o para superar. Sin embargo, no era tan fácil.

Y fue un error haberse confiado.

Atsumu se había lastimado hace 40 días jugando un partido de la liga, un partido importante.

Kiyoomi y él habían estado peleando mucho antes de eso, pues a sus 42 años—el pelinegro ya dejando la vida deportiva y empezando una carrera tardía con el pregrado que había sacado en deporte—y Atsumu a sus 43 recien cumplidos, al primero le urgia que su esposo se retirara también, sin embargo el castaño se negaba a hacerlo y su argumento más común era: "Es mi vida. ¿Toda mi vida en ese deporte para irme aun cuando me siento bien?". No obstante, el problema no era que se sintiera mal o no, era que a su edad la exigencia que le pedía el deporte—es especialmente siendo el jugador más activo e importante cuando pisaba la cancha—era demasiado para sus articulaciones, y que una vez sintiera las consecuencias era porque algo tendría que tener atención médica.

Era tan simple como aceptar que sus cuerpos ya no tenían 20 años. Hasta con 30 hubiera sido más fácil. Y Kiyoomi no lograba entender cómo era que Atsumu aún parecía mantener la exigencia que requería: seguía la misma rutina que había desarrollado hace más de una década cuando se mudaron y quizá era esa la razón por la que el entrenador todavía lo tenía como oficial. Sakusa lo odiaba secretamente por eso.

Empero, con el pasar de los años—y a medida que sus compañeros se iban retirando—, Kiyoomi había aprendido que habían dos clases de personas—sin importar el área de trabajo—en cuanto al retiro: estaban los que lo aceptaban que ya era hora y se dedicaban más a sus familias o pasatiempos y estaban los que tenían una negación perpetua que sólo se lograba romper una vez veían el daño que, mantenerse en ese estado, les hacía.

El era la primera clase, Atsumu la segunda. Mientras él se dedicaba a Kana—su hija adoptiva—y a entrenar un club femenino de voleibol, su esposo vivía en negación y se rehusaba a discutir con él acerca de finalizar su carrera y descansar.

Una vez—antes de que adoptara el argumento principal y el que mas habia usado por los últimos años—, Atsumu habia expresado que nunca habia estudiado una carrera y por lo tanto una vez se retirara no tendria nada mas que su marca de zapatillas y sus colaboraciones con otras marcas deportivas.

Kiyoomi intento alentarlo a q estudiara o tomara mas accion dentro de su empresa, pero su esposo siempre lograba encontrar la excusa perfecta, cuando eso pasaba el pelinegro le aseguraba que ambos podrian vivir bien con lo que el ganaba y con las demasa entradas de dinero. Habian dejado huella en la historia del voleibol y siempre habia una llamada que los invitaba a modelar o que  incluso les pedia ser asesores de algun club, pero Atsumu siempre encontraba la excusa perfecta.

Y asi fue hasta que finalmente vino el golpe de realidad: una luxacion en la muñeca izquierda. Atsumu no se lo tomo bien para nada y por un tiempo, Kiyoomi creyo que su relacion terminaria a causa de las peleas que se desataban y la manera en que él lo miraba e incluso como alejaba a su hija.

Pero fue peor una vez el cirujano descarto por completo la opccion de volver al deporte de alto rendimiento. La mayoria de veces peleaban porque Kiyoomi le decia eso mismo—que no podria volver a jugar—, pero el seguia en negacion y esa impotencia combinada con la frustracion de las terapias y el dolor, terminaban en fuertes discusiones, pero al menos ahí, aun podia ver a su Atsumu, una vez los doctores lo confirmaron, el no volvio a ser el mismo por un tiempo. Incluso bajo de peso y se aislaba en la habitacion de huespedes a ver sus partidos viejos con Inarizaki y MSBY.

Kiyoomi intentaba alimentarlo pero era inutil, aun así no dejo de intentarlo, pero le daba espacio a su esposo para procesar todo lo q acababa de pasar y lo forzaba a asistir a sus terapias fisicas y, despues de un tiempo, a las psicologicas tambien.

No tenía ni idea de como, pero como muchas cosas anteriormente, ambos habian superado eso juntos. A pesar de que Atsumu jamas volvio a ser el mismo, ahora se enfocaba en la parte administrativa de su marca y en las noches supervisaba como asesor las practicas del club masculino representativo del pueblo. Kiyoomi extrañaba a su esposo, pero tambien habbia aprendido a amar la seriedad que la experiencia le habbia dejado y que desaparecida cuando su hija iba a visitarlos cuando tenia vacaciones de la universidad.

A diferencia de sus padres, Kana no persiguio una carrera deportiva—aunque disfrutaba del voleibol y era bastante buena en ello. Fue a la universidad y estudió derecho. Atsumu siempre penso que seria buena en eso y no unicamente porque era su hija, sino por la facilidad que tenia para convencerlos cuando hacia algo que merecia un castigo y salia impune, tambien la calma que mantenia en su rostro y sus palabras. Siempre creyo que Kiyoomi era la razon de ello, pues fue con quien mas paso tiempo en su adolescencia, ya que el se habia retirado y ella entrenaba en el club que el dirigia.

Fue Kana quien tuvo  que tomar decisiones legales cuando Kiyoomi cayó enfermo por la edad, pues Atsumu se había reducido a su estado depresivo y solo se sentaba a sujetar la mano de su esposo y contar historias de cuando eran jóvenes, el pelinegro reía y añadía detalles que el castaño había olvidado.

Fue también Kana la razón por la que Atsumu continuó viviendo una vez Kiyoomi falleció, y en las tardes que ella venía a visitarlo con su esposo, Atsumu les contaba la vida del pelinegro por pequeños pedazos.

Algunas veces Kana lloraba y por poco él también lo hacía, pero se sentía tranquilo por las palabras que Kiyoomi le dijo antes de morir.

Por qué a pesar de todo, Kiyoomi le había dicho que había sido feliz, que había tenido una buena vida, un buen esposo, una buena hija, una buena casa, una buena familia, un buen trabajo.

Kiyoomi había sido feliz. Él había sido feliz. Y eso era todo lo que Atsumu había deseado desde que se enamoró de él.

Esa había sido la misión que Atsumu había venido a cumplir en la tierra. Y Kiyoomi le había dicho que lo había logrado.

Ahora, él solo esperaba con paciencia y sin prisas el momento en el que se reuniría con el amor de su vida, porque sabía que él le esperaba también.

Finalmente y con dolor en el alma puedo decir que: "Kairos" ha terminado

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Finalmente y con dolor en el alma puedo decir que: "Kairos" ha terminado.

Fueron 18 capítulos, que si bien siempre planeo, terminan siendo el doble de lo que eran en un principio una vez empiezo a pulirlos, pero no me arrepiento de nada y espero que los que llegaron hasta aquí tampoco. Gracias por haber leído la historia y llenarla de amor y bromas en los comentarios y tambien les agradezco por las palabras bonitas que dedicaron por ahí hacia mi persona y mi forma de escribir.

Los quiero bellezas, sigan cuidando de ustedes y sus familias y amigos y espero que prontamente nos volvamos a leer con una historia KageHina que tengo en proceso y que posiblemente este año empezaré a publicar una vez sobreviva este semestre <3

Sugar out

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ᴋᴀɪʀᴏꜱ [ꜱᴀᴋᴜᴀᴛꜱᴜ] ~ •ʜᴀɪᴋʏᴜᴜ•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora