ᴍᴀʀᴄᴀꜱ ᴅᴇ ᴛɪɴᴛᴀ

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Su timbre era presionado sin piedad aumentado la jaqueca producida por la resaca, aún así se obligó a ponerse en pie y dirigirse a abrir la puerta.

Atsumu se metió en antes de que él pudiera decir algo y murmuraba como loco algo acerca de un periódico mientras sanitizaba sus manos y prendas; fue allí donde los sucesos de la noche anterior llegaron a su mente como una secuencia fotográfica.

Una que le cayó, no como un balde de agua fría, más bien como uno lleno de cubos de hielo.

Habían metido la pata hasta el maldito núcleo terrestre.

El rostro de su madre volvió a su pensamiento al igual que sus palabras a las que al no querer prestarles atención, terminó haciéndolo paradójicamente.

Pasó una mano por sus cabellos sintiéndose como un impedido al saber que a sus 24 años aún seguía llorando por sus Mommy Issues.

Lo peor era que Atsumu no se acordaba de nada y le mostraba la foto en la pantalla de su celular con desespero, hablando tan rápido que le era difícil entenderlo, por lo que Kiyoomi se dirigió a la cocina con la intención de generar un alimento que le diera la energía necesaria para poder escuchar a Miya, afortunadamente este ya estaba acostumbrado a seguir el protocolo para entrar en la muy desinfectada casa de Kiyoomi y, por ese lado, no debía preocuparse.

Ni siquiera le preocupaba el hecho de haber compartido millones de bacterias en el beso húmedo de ayer…

No mentiras, si le asustaba, en especial cuando se dio cuenta del número aproximado: 80 millones de microorganismos detestables.

La resaca era lo único que le impedía ir a hacer gárgaras con agua hervida y el Cloro Platinum que compró recién llegaron a Hyōgo.

Se sentía orgulloso de su Cloro —si le preguntaban. Pero ahí iba de nuevo desviando sus pensamientos, su mente y su persona de situaciones incómodas que debía afrontar.

Ofreció una taza de café a su acompañante —esperando que la acción fuera suficiente para cautivar a ambos—, quien había mantenido el pico cerrado y ahora no le miraba a los ojos.

Pensó en lo peligroso que era que Atsumu estuviera ahí con él, posiblemente hubiera un paparazzi por ahí que lo había elegido y estaba expectante por conseguir algo suculento de parte de los jugadores.

Con ello en mente cerró las cortinas de manera rápida y cautelosa.

—¿O-omi-kun? —Kiyoomi se preguntó el motivo del temblor en la voz del fastidioso armador.

—¿Mmm? —Le miró con seguridad, sin desafíos.

Quizá porque no le había bajado del todo el alcohol o simplemente porque disfrutaba el sufrimiento de Atsumu Miya desesperando mientras el mantenía la calma.

—¿Pasó…? —Bajó su frente mientras sus mejillas se coloreaban, Kiyoomi captó el mensaje y rápidamente negó, explicándole que solo fue un beso sin sentido; arrepintiéndose al instante cuando en el rostro de Atsumu se mostró sorprendido y un dolor amargo se clavo en sus ojos.

Le gustaba molestarlo, verle fastidiado y —ahora— sonrojado, pero se molestó consigo mismo al captar ese destello de tristeza en la mirada ajena, como cuando se tocaba la cara después de bajar del transporte público y no usar el antibacterial o como cuando su madre actuaba tan…¿ Ella? Con él.

¿Quizá si había significado algo el beso después de todo? Solo había una manera de saberlo.

Se acercó apartando sus tazas blancas—junto al pensamiento de su madre—, y dejándolas en la mesa que se hallaba al costado izquierdo de Atsumu; sintió una vez más ese cosquilleo en su estómago, le temblaron un poco las manos y se inclinó para depositar un beso en los labios del más bajo, sin cerrar sus ojos, miró los de Miya que le veían con confusión, pero, oh, el tampoco se apretaba y eso lo cautivaba más.

ᴋᴀɪʀᴏꜱ [ꜱᴀᴋᴜᴀᴛꜱᴜ] ~ •ʜᴀɪᴋʏᴜᴜ•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora