ꜰʀᴀʙᴜʟʟᴏꜱᴏ ɢᴇɴÉꜱɪꜱ

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Después de quedarse una día en casa, viajó a Osaka sabiendo que por fortuna llegaría para la celebración de la victoria en el restaurante de Osamu, quien lo había reservado solo para ellos.  Incluso el aludido ya se había ido para su propio hogar, puesto que el horario laboral había terminado hace tanto que ya iniciaría de nuevo.

La parte buena era que había traído la noticia  de que su primo pronto se recuperaría para reingresar al terreno que los prepararía para los olímpicos, el único problema sería el hecho de no poder excederse—jugar más de 2 partidos seguidos.

—¡Salud! —gritaron todos al unísono para celebrar la victoria. 

Sakusa optó por murmurar levemente, viendo como sus compañeros de equipo estaban hasta el tope de licor—y sintiéndose un tanto cansado por el vuelo—, en especial Miya quien parecía haberse bebido hasta el agua del retrete.

El último pensamiento le dió escalofríos.

Miya se apoyó sobre su hombro con una botella de cerveza recién abierta entre su mano izquierda, y se quedó mirando el rostro de Kiyoomi mientras bebía largos tragos del recipiente.

Sakusa le devolvió la mirada y cuando estuvo a punto de preguntar algo, la mano del colocador se apoyó en su muslo, cerca a la ingle, haciendo que el de cabellos rizado tragara sonoramente, pasando desapercibido por la borrachera de los demás.

—¿Qué? —no pudo evitar que la pregunta abandonara sus labios, aunque se comió la mitad de ella: "¿Qué mierda haces Miya?" Aquello era lo que se disponía a preguntar, empero— no sabía si era por el alcohol o su falta de actividad sexual o, incluso, el hecho de que Atsumu vagaba suelto y despreocupado por sus pensamientos, como si fuera el dueño—, sintió un poquito de ansiedad. No la que sentía cuando alguien extraño le tocaba, más bien, era algo...

¿Normal? ¿Familiar? ¿Y hasta... cálido?

Comenzó a recordar cómo su relación había cambiado desde el partido con Rusia, donde los comentaristas empezaron a confabular sobre la posible relación de pareja entre ellos dos, Atsumu se tomaba la libertad— al igual que Yaku, Bokuto y Hinata— de bromear acerca del asunto, y él había aprendido a hacerlo también— más bien, usarlo en contra de Atsumu por mucha vergüenza que le diera el tema.

Y, de alguna manera extraña, casi tres meses después del asunto,  aquí estaban y tenían lo que podían declarar  una amistad, algo raro en Sakusa, puesto que él rara vez dejaba a alguien entrar a su vida.

En cuanto a Atsumu...

A Miya parecía no importarle el hecho de que fueran prácticamente extraños, a veces incluso se aparecía en su apartamento y cuando lo hacía, luchaban por mantener los ojos abiertos y escuchar al otro hasta que eran incapaces de decir si ya era tarde o era temprano, incluso si al día siguiente tenían entreno y no descansaran lo suficiente, lo hacían.

Saluda comprendía el porqué, pero deseaba ignorarlo por el momento.

Sus pensamientos eran errados: en realidad a ninguno le importaba el hecho de ser extraños porque se sentía como si no lo fueran.

Le encantaba que Miya le contara anécdotas, en las que él se había acostumbrado a intervenir o hacer preguntas para saber más acerca del Colocador y poco a poco se dió cuenta de que aquel interés derivada de un enamoramiento que tenía por él, uno que poco a poco iba creciendo, entre charlas y risas, y que, aunque tuviera miedo, no era capaz de detenerlo.

De cierta manera le gustaba lo intimidante que podría llegar a ser el hecho de dejar que Atsumu tuviese el completo control de su corazón y la mayoría de sus pensamientos.

ᴋᴀɪʀᴏꜱ [ꜱᴀᴋᴜᴀᴛꜱᴜ] ~ •ʜᴀɪᴋʏᴜᴜ•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora