ᴏxÍɢᴇɴᴏ

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A solo semanas de los olímpicos, la presión ejercida sobre los deportistas era inmensa porque ya no eran únicamente el mismo público que acostumbraban a ver en temporada apoyados contra las barandillas del estadio o haciendo una fila eterna para conseguir un autógrafo. Ser un atleta olímpico era mucho más que eso y Kiyoomi sentía un poco de lástima por los jovencitos ilusionados que entraban a los estadios con el pecho inflado de orgullo e idealizando toda la carga que pronto pesaría sobre sus hombros. Algún día, él fue así, hasta que el peso se hizo notable. Y entonces, ya no solo era palpable, también era capaz de percibirse a través de todos los sentidos humanos, siendo pronto visible por medio de la política; la religión; la mafia; el poder...

Ser un deportista Olímpico no era nada fácil y sin embargo, Kiyoomi, no lo cambiaría por nada, no después de todo lo que, a ese mundo, le debía.

Además, nadie parecía ser capaz de verlo, solo él—si los demás olímpicos lo notan, Kiyoomi cree que lo normalizan o no le prestan tanta atención como él. A veces, Kiyoomi, solía recordar la carta que llegó a la villa Olímpica cuando recién habían entrado como selección oficial de Japón—unos eran categoría sub-19 otros sub-22, muchos ya eran senior—; una amenaza de muerte. La creyeron futil hasta que Hinata abrió la boca: un fantasma ahora rondaba la sala común de la villa mientras Shoyo contaba la historia de un futbolista que había recibido algo similar. Lo ignoro. Cometió un error que les costó el partido en un torneo importante. Días después de haber llegado a su país, fue asesinado.

A día de hoy, cuando Kiyoomi recordaba la historia, escalofríos le recorrían la espina dorsal. A menudo, soñaba también con aquel futbolista que nunca conoció; entre la niebla del subconsciente, le pedía que huyera de ese mundo aterrador. Kiyoomi no podía hacer tal cosa.

Lo que si podía hacer era hablar de eso con alguien—Atsumu o su psiquiatra—; explorar sus miedos; descubrir si sus sueños en realidad le estaban tratando de decir algo—que era ansiedad únicamente por los Juegos, no por su hermana. Sobra decir que, Kiyoomi, no fue a hablar con nadie y en su lugar dirigió sus pensamientos a su propio fantasma personal: Nina.

Por esa misma razón, y en lugar de relajarse con sus compañeros y—ahora sí—novio, salió a encontrarse con su madre biológica—no había nada de malo, ella era la ruta más fácil y rápida de saber dónde Nina estaba; él podía manejarla. Le mintió a Atsumu diciéndole que a quien iría a ver era a Midoriya-sensei—su psiquiatra en el último mes y medio. Si le hubiese contado la verdad, habría tenido que explicar más cosas todavía y, aunque hablar con el colocador era reconfortante, era demasiado para Kiyoomi todavía.

Hizo una nota mental y se prometió decirle la verdad esa misma noche. Y no más mentiras.

No más.

Era el mismo café de meses atrás: las mismas paredes, la misma mesa. La diferencia era quizá que no había nadie más. Solo él y ella. Y es que Kiyoomi apartó el lugar para ellos dos únicamente—afortunadamente, había tomado matemáticas discretas en la universidad con la hija del dueño—para no correr riesgos ahora que Tokio estaba plagado de turistas y deportistas que lo reconocerían.

—Kiyoomi. —saludó. Él se limitó a asentir una vez y tomó asiento frente a Mika, dejándola con los brazos estirados y de pie.

De soslayo, pudo ver como varios meseros que limpiaban la mesa, se quedaron momentáneamente observándolos. Todos apartaron la vista a tiempo para no ser atrapados por completo por Kiyoomi, a excepción de una chica que no debía de tener más de 15 años. Kiyoomi la llamó con la mano y ella nerviosamente se acercó para tomar la orden de ambos.

—Estoy confundida. —dijo cuando sus cafés fueron depositados en la mesa. Kiyoomi no respondió y esperó a que continuara. Quería sacarla de quicio, solo un poco, no mucho. Que sintiera lo que él sentía cada que ella abría la boca—. Fuiste tú el que pediste que nos viéramos, —Kiyoomi asintió de nuevo—, pero no estas... parece que no quieres estar aquí conmigo.

ᴋᴀɪʀᴏꜱ [ꜱᴀᴋᴜᴀᴛꜱᴜ] ~ •ʜᴀɪᴋʏᴜᴜ•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora