Cuando desperté, la brisa y los cantos de los pájaros me acompañaron. Era una alegre y soleada mañana y me sentía animada pese a que en mi cabeza solo vivían las imágenes de la pasada tarde en las que papá parecía que me despreciaba. Por mucho que intentaba alejar ese pensamiento, volvía y más fuerte. Era mi padre, lo quería.
Mis deseos eran impartir hoy clases y por eso mismo, me levanté eufórica y me vestí con la misma energía. Como era nueva y no sabía bien qué hacer, busqué a Pierre, el tutor de francés del que me había hablado Alexéi. El palacio era enorme y eso hizo que la búsqueda fuera más larga, pero lo encontré. Un hombre bastante delgado y con un enorme bigote leía y se quejaba en murmullos.-Por Dios, esta guerra es un disparate. - murmuraba.- ¡Más de 1 millón de hombres perdidos!
Yo carraspeé porque, por lo que estaba viendo, no había notado mi presencia.
-Señor Gilliard. - saludé.
- ¡Oh, disculpa señorita!- apagó su pipa rápidamente. - La guerra me tiene loco.
- A todos señor. - dije amablemente.
El profesor se levantó y sacudió su traje, el cual tenía un poco de tabaco.
-Perdona, ¿quién es usted? - preguntó extrañado.
-Soy Nikita Ivanova señor, la profesora de español.
-Vaya... -Gilliard abrió sus ojos. - No le había conocido, le ruego que me perdone.
Yo asentí levemente.
-Perdonado está. - bromeé.
-Es que... - me examinó de arriba a abajo. - La esperaba más mayor.
-Es normal, señor.
-¿Qué edad tiene?
-Trece.
Gilliard arrugó la nariz.
-Que pequeña- murmuró y se dio la vuelta.
Miré su espalda ancha y rígida y me imagine lo que pensaba, nada bueno, era obvio.
-Le aseguro que la edad no significará nada. - afirmé levantando mi cabeza, como si así pudiera observar el rostro de ese cuerpo que me daba la espalda.
Hubo un gran silencio, solo los pájaros de la mañana sonaban.
-¿Señor? - pregunté.
Él sopló y se dio la vuelta.
-Le dije que era un auténtico disparate.-confesó. - Despedir a la que ha sido profesora de sus hijos por tanto tiempo por una niña que ha recorrido el mundo, ha llegado a Rusia y ha tenido la suerte de conseguir fama.
- No le entiendo, ¿a quién advirtió?
-A Nicolás, a él advertí. Pero como no, - miró alrededor- la decisión de Alejandra es la que vale.
-No le veo lo malo, una mujer también puede tomar decisiones sin depender de un hombre.
Él soltó una risa falsa.
-No decisiones de Estado. - murmuró mientras volvía a encender su pipa.
-La educación de sus hijos no es una decisión de Estado. - dije bastante segura.
-Sí lo es cuando se tratan de los hijos del zar.
Yo rodé los ojos, no quería seguir más con esa discusión.
-Bueno, ya que le he dado el lujo de menospreciar mi trabajo por mi edad y hablar del zar como si fuera una marioneta dirigida por su terrible esposa, ¿sería tan amable como para decirme donde suelen impartirse las clases de español?
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ENTRE DOS BANDOS
Historical FictionLa Rusia zarista. Nikita, una joven española, es enviada hacia Rusia con su padre. Causará gran revuelo en el pueblo ruso por su increíble inteligencia y facilidad de enseñar español. Nicolás II, al oír esto, aceptará que la adolescente imparta cla...