Cuando me reuní con la zarina Alejandra, estaba sentada en su cama, con un elegante camisón y con un simple recogido de pelo. Al notar mi presencia, la mujer me hizo una señal para que avanzase hacia ella.
- Lo siento por recibirla de tal manera.- habló ella.
- No se preocupe majestad.- la disculpé.
- Le di a Olga la tarea de guiarla, ¿lo hizo?
-Sí, todos me enseñaron el palacio, es increíble.- respondí nerviosa mientras arrancaba pequeños hilos de mi vestido.
-Me alegro de que le guste.
La zarina trató de levantarse pero el mareo pudo con ella y se llevó las manos a la cabeza.
-Por favor majestad, repose.- di un par de pasos.
Ella resopló.
- ¿Puedo preguntar qué le sucede?
- La cabeza me mata.- confesó.- Cada vez que trato de levantarme, los mareos me pueden.
- Quizás le venga bien un poco de sol, majestad.- sugerí.
- Tiene razón.- miró la habitación.
- Permítame ayudarle.- supliqué.
Ella asintió en respuesta y me acerqué a una enorme cortina de color malva, la corrí rápidamente y un rayo de sol atravesó potentemente la habitación.
- ¿Le abro la ventana?- pregunté.
-No, así está bien, gracias.
Yo sonreí ante ese gracias.
-Nikita,-llamó mi atención la zarina.- no tenga miedo.
No sabía a que se refería así que fruncí el ceño en respuesta.
- Yo también he sido extranjera.- habló Alejandra.- Y separarme de Alemania fue muy duro, no lo niego, pero se acostumbrará.
-¿Y si no me adapto?- pregunté.
- Lo hará.- cerró levemente los ojos.- Y si no, yo le ayudaré.
Me quedé en silencio.
-No como zarina, si no como extranjera.- volvió a hablar.
- Gracias majestad, se lo agradezco.- respondí por fin.
-Confío en usted, en que haga bien su trabajo, espero que no me falle.
-No lo haré.- afirmé.
Ella sonrío y yo le devolví la misma sonrisa. El momento se volvió incómodo.
-En sus ratos libres puede hacer lo que le plazca.- me informó de nuevo.
-¿Hasta qué punto, señora?- le pregunté.
- Pues... no lo sé, ¿que querría hacer?
Dudé en preguntar.
-¿Podría pasar tiempo con sus hijos?- hablé dudosa.
Ella tardó en responder, pues estaba sonriendo.
-Sí, puede pasar tiempo con ellos.
Iba a agradecerle cuando volvió a hablar.
-Pero debo advertirle de que tenga sumo cuidado con el zarevich.
¿Por qué?
No quise preguntar, estaba un poco nerviosa y quería irme lo más rápido posible, así que no le di importancia.
-Está bien, majestad, gracias.- dije.
-Bien, puede irse si no tiene más dudas.
-No, no tengo más dudas.
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ENTRE DOS BANDOS
Historical FictionLa Rusia zarista. Nikita, una joven española, es enviada hacia Rusia con su padre. Causará gran revuelo en el pueblo ruso por su increíble inteligencia y facilidad de enseñar español. Nicolás II, al oír esto, aceptará que la adolescente imparta cla...