08. Obsequios para Naruto

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Konohamaru le había dicho a Naruto que tenía una sorpresa para él: una bufanda tejida por su madre antes de que él naciera. El regalo tenía un valor sentimental profundo, ya que le recordaba a sus padres y a los momentos que pasó con ellos.

Ese día, Naruto había recibido muchos obsequios de los chicos de la Aldea, pero este, el de su madre, era el que más apreciaba. Por la noche, él, Sakura, Ino, Choji, Shikamaru, Sai y el resto del grupo se habían dirigido al Ichiraku.

—Esta es la mejor temporada para comer ramen —dijo Naruto, disfrutando de su plato favorito.

—Pero todo el año comes ramen —comentó Ino burlona, que estaba sentada a la izquierda de Naruto—. Te gusta, ¿eh?

—Sí, amo el ramen. Por favor, cinco órdenes más.

—¿Cinco más? ¡Pero yo ya estoy lleno! —exclamó Choji.

—Esto está ri... ¿huh? Mejor me quito la bufanda.

—¿Y esa bufanda? —preguntó Sakura, levantando una ceja y haciendo una mueca en el rostro—. Hey, Hinata —dijo, dirigiendo su mirada a otro punto.

Ella llamó a Hinata, quien giró hacia la dirección indicada y él se levantó de la silla.

—Ven con nosotros y come un poco de ramen, yo invito.

—Hay que aprovechar que este tonto está de buen humor y está invitando —dijo Ino.

—Bueno —accedió Hinata.

Naruto le sonrió y ella le devolvió la sonrisa. Ino se levantó y le ofreció su silla, ya que ella había terminado su comida.

—Come esto, Naruto, está delicioso —dijo Sakura, acercando un ingrediente de su sopa a la boca de Naruto, quien lo aceptó—. ¿Te gusta mucho?

Sakura tenía razón, estaba delicioso. Sin embargo, algo en Naruto le decía que debía alejarse de la pelirrosa. Sakura había estado muy cariñosa, y eso, de alguna manera, le molestaba. Antes, quería estar con ella, pero ahora no sentía la misma calidez que había sentido en su adolescencia.

Cuando la besaba, sentía que solo era una costumbre y no el verdadero amor. No conoció a sus padres, por lo que no sabía lo que era tener una familia. Desde muy joven, todos en la Aldea le habían mostrado desdén, así que nunca había experimentado lo que era tener un amigo, y mucho menos un amor correspondido.

Ahora estaba al lado de la chica con la que soñó estar de pequeño, pero todo era diferente. La tenía cerca, pero no sentía que la amara como a una mujer. La amaba, pero no de esa manera.

—Hola, Naruto —lo llamó una chica, seguida de sus amigas.

—Oh, son las chicas de antes. Oigan, gracias por los regalos —dijo Naruto, acercándose a ellas con una sonrisa amable—. Bien, ordenen lo que quieran, como agradecimiento.

—¡Gracias!

—Hinata, tú también ordena lo que quieras —le dijo Naruto, y Sakura tiró de su brazo para que se sentara a su lado.

—¿Hinata? —escuchó Ino. Vieron que Hinata se levantó de su silla y comenzó a alejarse.

—Hinata —la llamó Naruto.

—Lo siento, pero yo ya cené.

—¡Espera!... Oye, Naruto, ¿no piensas acompañarla?

—¿Acompañarla? ¿Hasta su casa? ¿Por qué?

—Porque... Es muy tarde y es peligroso que camine sola hasta su casa.

—Ino, ¿qué estás diciendo? —preguntó Sakura, levantándose de su silla y acercándose a enfrentar a la rubia.

No quiero perdete |NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora