21. Descifrando el enigma astronómico

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El firmamento se teñía de un púrpura profundo al caer la noche, envuelto en la neblina de las nubes que parecían danzar en el crepúsculo. Naruto, con la tarea de recolectar anko de albaricoque y otras frutas, se encuentra ahora en las alturas, sobre las tejas de ladrillo de la azotea.

—Si te ven conmigo, los problemas serán inevitables, Naruto. Sabes cómo son las patrullas —dice Jiji, mientras recoge una fruta de entre la montaña de ramas y hojas frente a ellos.

Con habilidad, torce la pequeña fruta madura, desprendiéndola con cuidado para evitar que la piel se rasgara. Luego, la lleva a su boca y la degusta, mientras Naruto limpia la polvorienta piel con un trapo.

—Está bien. No me importa —responde Naruto con una sonrisa leve, aunque sus ojos no reflejan la misma tranquilidad que su semblante.

Ambos se encuentran en el tejado del edificio principal, inmersos en las tareas extra que les han encomendado los guardias. Sin embargo, Sasuke ha sido destinado a otra labor, continuando en la lista negra de la patrulla. No le queda más opción que acatar las órdenes.

—Este es el albaricoque que ha sido traído de la capital. Estos no crecen por aquí —explica Jiji, examinando la fruta con curiosidad.

—Me pregunto si se distribuyen regularmente en el palacio real —murmura Naruto, con la mirada perdida en el horizonte.

—Albaricoque, eso no es algo que pongan en nuestras comidas. Supongo que esto es solo para el director o algún guardia. Maldición, así que aprovechalo ahora —Naruto toma uno del montón de frutas ya pulidas y se lo arroja a la boca— La mujer... —Naruto detiene su acción, observando a Jiji con intriga, esperando a que continuara— No te rindas.

—¿De qué hablas? Jiji —Naruto intenta desviar la conversación, pero su voz lleva un matiz de nerviosismo apenas perceptible.

—De la doctora... Dudo que sea esposa del Uchiha, no vi el anillo en su mano desde su llegada. Ellos no se tratan como tal, ya sé que están en una prisión, pero ninguna pareja se comportaría así estando solos. No sé por qué mintieron, pero aquella vez, observé en la forma en que te veía... —Jiji habla con una intensidad que corta el aire, mientras Naruto mastica, incapaz de ignorar sus palabras. El rubio mira la fruta entre sus manos, lamentando el error que han cometido, mientras Jiji continúa con su discurso—, y tú a ella... Entiendo ese sentimiento, también pasé por lo mismo y no fue fácil, en ninguna relación lo es... Solo no te rindas, yo no lo hice. ¿Por qué tú sí?

Naruto intenta ignorar el consejo de Jiji, enfocándose en aplastar la fruta con sus dientes posteriores. La acidez se desborda en su boca, añadiendo un amargo sabor a su conflicto interno. ¿Para qué pensar en sus sentimientos ahora? Cada vez que ha intentado escuchar su corazón, solo ha desatado un torrente de problemas a su alrededor.

Estar solo, tal vez, sea lo mejor.

Jiji se levanta lentamente, estirando sus rígidos hombros y brazos, mientras el rubio lo observa con confusión. ¿Acaso ha revelado que los ha estado observando todo este tiempo? Naruto sacude la cabeza en negación, desviando su mirada hacia el horizonte lejano, donde se yergue una montaña imponente, una masa de tierra esculpida por el tiempo y la naturaleza, como un diorama tallado en la arena misma. Las rocas desnudas se entrelazan en un arabesco geométrico, formando un paisaje que parece sacado de un sueño.

Naruto contempla el panorama, sintiendo que ese espectáculo de colores y formas perduraría por siempre ante sus ojos. Pero su ilusión se desvanece cuando nota cómo el sol, como una joya ardiente, comienza su descenso detrás del acantilado donde se alza el Instituto. No, las joyas no se reflejan tan nítidamente en el cielo.

No quiero perdete |NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora