Dicen que en el amor y en la guerra todo lo vale, pero... ¿Qué hay del deseo?
¿Las ganas inmensas que tienes de pecar, y que lamentablemente no puedes saciar?
Todo eso se define en una sola palabra: pecar, y vaya que me encantaba hacerlo.
Si pudier...
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=Narrador protagonista=
~Samuel~
Estaba pensando sobre lo que Cristina me había dicho anoche, ¿A qué se refería cuando dijo que tuviera cuidado con la gente que lo rodeaba? Si por ahora he intentado hacer todo bien lo más que puedo en el trabajo.
¿Me estará ocultando algo de suma importancia? No creo, ella no es así ¿Verdad?
—Emm, señor Deluque.
—¿Señor? —pregunto antes de ver al hombre que se encontraba a un lado, de todo este tiempo que llevo trabajando aquí no lo había visto ni una sola vez.
¿Será nuevo?
—El gerente de ventas sigue en espera de las estadísticas de los balances económicos de ventas. —se aclara la garganta— Pregunta si podría llevárselos hoy, para ser exactos, en cinco minutos.
«¿No era que ya lo había entregado?»
A pesar de no entender el por qué de su aparición, cuando supuestamente ayer los había entregado junto con Guarnizo.
—Vale, no hay problema. —juro que intenté hacer la voz menos indignada que podía, pero debido a todo este estrés por el trabajo parece que no me salió como esperaba.
El joven me mira de arriba abajo para luego lanzarme una mirada de desaprobación.
—Veo que anda un poco agobiado por el trabajo, pero solamente piense en esto como un trabajo menos, suele ayudarme un poco cuando pienso tirar todo por la borda. -y sin decir más, se fue con un asentamiento de cabeza.
«¿Y este qué va a saber lo que me pasa?» Me pregunto con cierta molestia, pues claramente era mayor que él más o menos por unos cinco o cuatro años, pero acababa de hablar como si tuviera más experiencia que yo en el mundo empresarial.
Así es, si antes estaba indignado por las estadísticas ahora lo estaba más por un nuevo, ¡Un nuevo me dio un consejo de trabajo! ¿Tan lamentable me veía?
Volviendo al tema, si el líder del departamento de ventas no tiene las estadísticas ¿Entonces dónde las dejé?
—A ver si entendí... ¿Me estás pidiendo que te acompañe a entregar tu trabajo para que unos pervertidos dejen de molestarte porque te ven conmigo?
—La vez pasada que fuimos a tomar algo no se veían muy felices cuando te vieron soltando alguna broma, he.
—¿Es en serio? -asiento con la cabeza, pero el desvía la mirada algo cansado de la conversación.
—Vamos, de paso podemos ir por un café ¿Qué dices, me ayudas?
Me mira con una mueca de disgusto, tal parece que iba a negarse. Pero cuando le miro soltar un suspiro caigo en cuenta de que sería todo lo contrario.
