Dicen que en el amor y en la guerra todo lo vale, pero... ¿Qué hay del deseo?
¿Las ganas inmensas que tienes de pecar, y que lamentablemente no puedes saciar?
Todo eso se define en una sola palabra: pecar, y vaya que me encantaba hacerlo.
Si pudier...
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=Narrador Omnisciente=
~Samuel~
—Quiero morirme...me encantaría morirme ahora mismo— fue lo único que salió de los labios del peli negro antes de caer en brazos de Morfeo.
Segundos después se escucha en la pequeña sala como unas cosas caen al suelo, una puerta se cierra fuertemente y el sonido de alguien vomitando en el retrete domina el lugar.
Al parecer su idea no fue muy buena que digamos...
Ahora, se estarán preguntando que sucedió, pues permítanme contarles todo desde cero.
Lo cual será algo complicado, por lo que se necesitaran un par de capítulos para contarlo todo a detalle.
Este relato comienza en un día más de trabajo de nuestro protagonista, Samuel Deluque, quien no se encontraba haciendo nada más que tomar un café mientras tecleaba en su computadora. Sus compañeros estaban igual, pero estos estaban más cansados que de costumbre, después de haber hecho unas horas extra la noche anterior no es como si pudieran haber dormido bien.
En cambio el pelinegro se encontraba de maravilla. Razón por la cual lo demás le miraban con cierta envidia, pues gracias a su costumbre de desvelarse estaba rindiendo más que los demás.
¿Y esto qué quería decir? pues fácil, tendría a los demás comiendo de la palma de su mano, lo cual no es como si fuera muy bueno que digamos, debido a que quiere decir que le dejarían más trabajos, lo cual no es como si le fascinara.
—Samuel— le llaman, por lo que sin mirarle todavía deja caer su cabeza a un lado para darle a entender que le estaba escuchando— ¿podrías llevar estos papeles al jefe de inventario?— el pelinegro levanta su vista para mirarle con una ceja en alto-— nosotros no podemos, estamos llenos de trabajo, en cambio usted...ya adelantó unos cuantos.
"¿Es en serio?"— se pregunta mentalmente, pues había llegado a pensar que ya no era el mensajero del grupo.
—Anda, haznos este pequeñito favor— una sonrisa triste surca en los labios de la chica— prometo que te lo devolveré.
Suelta un suspiro frustrado, pues ¿a caso no era la misma chica que antes le miraba por encima del hombro? ¿el iceberg del grupo?
—Esta bien...—accede por fin después de poner sus ojos en blanco.
Para luego de haber bajado unas cuantas escaleras se encuentra frente al departamento de logística, algo cansado pero aún así toca la puerta dos veces.
Unos cuantos ruidos de personas corriendo de un lado a otro se escucha al otro lado, al igual que algunas órdenes probablemente del coordinador, el cual creyó que había abierto la puerta minutos después antes de encontrarse con un chico algo joven.
